martes, junio 26, 2007
Por supuesto que no hay que ser estúpida ni luly, como aquel simpático personaje del momento, que con su actitud pueril conquista sobretodo a los machos más rudos, para entender lo que pasó en la cazuela de cuerpos hediondos y enredados al son del placer momentáneo. Algún día terminaré ese relato, cuando recupere las fuerzas y pase este doloroso proceso de enfrentarme a lo que le comento en las siguientes líneas.
No sé que sucede conmigo mami, sé que soy su hija, sé que le debo respeto y admiración por cuanto esfuerzo tragicómico ha hecho por sacar adelante nuestra incipiente familia, pero el hecho de conocer mis orígenes me ha dejado con ánimos circumbirúmbicos y con actitudes estrambóticas al pensar en mi historia personal. Terminé de leer su historia-confesión con los ojos vidriosos y el alma plagada de incertidumbre, respecto del devenir y del sentido que posee mi vida, originada por usted con esfuerzo melodramático y en un escenario de frustración y desencantos. Pues lo acepto, dejé de considerarme la niña consentida; para pasar a ser la bastarda seminal que fue prefecundada en el hocico mujeril de mi madre, en un momento de perra deseosa candente, enamorada sublime anivagini erótica. Todo lo cual me hace sentir inferior, miserable y casi un experimento de laboratorio telenovelesco. No es difícil entender por tanto mi ánimo putifrunci y mis sentimientos abyectos hacia todo lo que tiene que ver con el quaker de falopio que transita por el interior de las mujeres con tula como usted y yo. Tula, ay! que fea palabra, pero se me salió. No hallé otra manera de llamarle a nuestro picloris adornativo de las banderitas japonesitas en las que culminan nuestras espaldas de féminas, pero lo dije y qué.
Debo reconocer que todo lo anterior me ha impactado a tal punto, que me encuentro desorientada y media sin palabras. A propósito mami, quiero contarle algo que me sucedió hoy mismo: transitaba por la glamorosa avenida del mar, a pasos del archiconocido faro de La Serena, cuando una repentina sensación de tragedia me inundó y me hizo apurar el paso. Claqueé al más puro estilo "El Diablo se viste a la moda" y los tacos pobres que llevaba puestos en ese infame momento se me doblaban violentamente cada cinco pasos, aumentando mi sensación de angustia y desesperación, haciendo que mi cuerpo se doblara anguloso y que en mi cara se viera el esfuerzo y la velocidad. En mi interior sólo habitaba la idea de aplicar el conocido poder de las locas llamado "tacos veloces" y huir de aquel ambiente que sugería peligro a mi desarrollada intuición. Estaba en eso cuando una masculina voz, gruesa y morbosa me detuvo -señorita deténgase de inmediato- dejé de claquear. Los cada vez más sonoros clackaca, clackaca, clackaca, cla - rakata, rakata, rakata, ra - clackaca, clacaclacka, cla dejaron un pitido arrastrado en el entorno, que fue tan intenso como el de la sirena de la zapatilla serenense que metros más allá formaba una barrera sonora a mi ajetreado andar. En su interior estaban cinco robustos carabineros, todos vestidos con sus uniformes completos, impecables y con una cara de maldad peor que la de Zackarach y una actitud masculina y sugerente. Me detuvieron. Argumentaron que en esa zona estaba prohibido andar en esas fachas, yo asustada intenté seducirlos uno por uno, aprovechándome de la lujuria que expelían y de lo ilógico de la situación. Pensé -algo se traen estos entre manos, pero conmigo no podrán. Ahora mismo me los como a todos y hago que me dejen en la puerta de la disco después para seguir wueviando-. Bien equivocada que estaba, resultó ser que el mandamás de todos los ahí presentes, parece que me había echado el ojo hace rato, porque con sólo un gesto de su mano dio una orden e hizo que todos los demás se subieran de nuevo al vehículo y continuaran haciendo su trabajo por el sector, luego se dirigió a mi amable y me dijo señorita hágame el favor de acompañarme. Yo en ese momento no daba más de incertidumbre, no tenía idea de qué mierda era lo que iba a pasar, de hecho no me hacía ni una sola idea de qué era lo que estaba pasando en ese preciso instante. Respiré hondo y en un acto imperceptible para el fornido hombre uniformado que estaba a mi lado, miré a los cielos y me dije a mi misma Dios mio ayúdame sea lo que sea lo que pase a continuación. Mi comunicación con los seres superiores parece que dio resultado porque acto seguido el paco me tomó en andas y me llevó a recorrer la playa. Me comentó que desde que me vio por primera vez, hacía muchísimo tiempo atrás, que quería conocerme, que sabía que él y yo íbamos a ser la pareja perfecta. Caminamos por la orilla de la playa de la mano, en una tarde romántica que nunca olvidaré, me contó gran parte de su vida y de los planes que tenía para estar por siempre con una hembra como yo. Usted podrá comprender que yo no podía creer lo que estaba sucediendo, un hombre real me estaba proponiendo hacer mi vida junto a él; su belleza me deleitaba y me hacía imposible la misión de creer todo lo que mis oídos, aún vírgenes, escuchaban e interpretaban como una melodía sublime y jactanciosa. Por supuesto el hombre me ofreció no sólo su ser, sino que además todo lo que yo podía ver enrededor y una vida llena de placeres y lujos. Fue tal su insistencia que terminé por creerle, le pedí que nos sentáramos un momento frente al mar para contemplar el ocaso (y para aprovechar de arreglarme los tacos que estaban todos chuecos). De nerviosa que estaba, jugaba con el cabello entre los finos dedos de mis manos de mujer comprometida y finalicé la conversación accediendo a su propuesta de pasar la noche juntos. Llegamos a su departamento, había un desorden de hombre soltero en busca de una mujer que le ordenara las cosas y lo mime como a un cachorrito, haciendo caso omiso de la disparatada ambientación. Fumamos un cigarrillo a medias y bebimos una copa cada uno, del mejor fernet que había probado nunca antes. De pronto me sentí obnubilada, veía borroso y sentí que mi cuerpo se elevó. Sentí la respiración del hombre muy cerca, al momento me descubrí desnuda sobre una cama de agua, exactamente sobre unas sábanas de seda que con su suavidad acariciaban mi cuerpo. Tomé un extremo de dichas sábanas y me cubrí pudorosa, hasta tapar mis senos de mujer sin bisturí, pero olvidé mi parte inferior y mi picloris quedó al aire, descubierto. En un dos por tres, sentí que el hombre lamía empeñoso mi picloris, olvidándose por completo de mi anivagina que en ese momento clamaba atención. Luego de mucho rato chupa que chupa, chupa que chupa, chupa que chupa, chupa que chupa, el hombre se desnudó completo y dejó al descubierto su hermosísima anatomía masculinísima y en un acto, que en otros tiempos podríamos haber definido casi como heroico, se pegó un brinco circense y cayó en una posición más femenina que usted y yo juntas, para luego depositar sus rodillas sobre las sábanas de seda y con su ano al aire por la acción de ambas manos inmensas que separaban sus nalgas en ese instante me obligó a depositar el extremo de mi aparato femenino - mi picloris - en su ano, que ya pasaba a considerarse rajina en ese momento. Asqueada y obligada por el revolver que divisé un poco más allá lo penetré, sentía nauseas y mis uñas y cabello largo como Daniela Romo dificultaban la misión, hasta que ya no pude más. Decidida me abalancé sobre el revolver y lo tomé entre mis manos tiritonas cuando apuntándolo recogí toda mi ropa y salí presurosa de aquel lugar, desnuda y vejada, nerviosísima. Corrí despavorida tratando de vestirme a la vez, no lográndolo terminé desnuda en plena avenida del mar, mientras pasaban muchos autos con alegres jóvenes que se reían de mí, no sé por qué. Afortunadamente pasó una travesti por el lugar que amorosamente me prestó ayuda mientras me regañaba - prima no todo lo que brilla es oro- la veleidad no lleva a ninguna parte son algunas de las frases que recuerdo ahora después de pasado el shock. Después de contarle la historia con lujo de detalles, la muy zorra me dijo seguramente te topaste con el Richard, ese maricón nos ha hecho a todas lo mismo, le gusta reírse de los maricones pinta'os, no se preocupe prima, todo el mundo sabe que ese wueón tiene velcros en las manos y todas las travestis se lo han pescado ya... vamos a fumarnos un pitito pa que se relaje hija, ya no más nos vamos a la disco, a la Arkangel ¿la conocís? Apenas pude me libré de su presencia y la llamé a usted para contarle la historia algo transformada para que no se preocupara. Ahora le conté la verdad de lo sucedido y se podrá imaginar como me siento; pero igual voy a ir a la Arkangel, pa wueviar un ratito, nos vemos y hasta pronto...
 
posted by Vicente Moran at 12:36 a. m.
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