jueves, marzo 22, 2007
Entre las sorprendentes historias familiares, mi abuela el pasado fin de semana me relató en un pirulo café de José Miguel de la Barra, una de las vivencias más sorprendente que una mujer puede vivir.
Hace casi medio siglo atrás, las mujeres en general no poseían medios de control de natalidad tan asequibles como los actuales. En aquella época, en donde las mujeres eran aún (y todavía lo son en muchas sociedades) un ser humano de segunda categoría, sólo dispensables para la perpetuación de la especie; ellas pérdidas entre embarazos reiterados y cansadas de los maltratos continuos por parte de sus hombres, no veían otra salida para las gestaciones no deseadas, que practicar quizás el único medio disponible: el aborto.
Mi abuela parió 3 hijos, aunque en realidad sus hijos pudieron ser 5. Dos de ellos no alcanzaron a ver la luz, y mientras mi abuela relataba como se había practicado sus dos abortos tomándose un Milk Shake de frambuesa, yo la observaba maravillado, como en su interior no existía el mínimo ápice de remordimiento. Como hijo de una familia en extremo liberal, jamás criticaría su actuar, mas quedé sorprendido por la convicción y seguridad que ella tenía para defender su actuar.
El primer embarazo no deseado vino después del nacimiento de mi madre. Mi abuelo apenas mi nona estuvo en la casa comenzó el trabajo gustoso de buscar el siguiente hijo (macho) y como mi abuela no tuvo una lactancia profusa y mantenida, a los tres meses quedó embarazada nuevamente. Por supuesto no le dijo nada a su marido y sola partió donde la partera para que le colocara las sondas. En general no comprendí bien qué eran las sondas; sin embargo, me imaginé una especie de mangueras que mi abuela se introducía en el útero. Con ellas debía caminar y hacer fuerzas durante todo el día, lo que provocaría al cabo de cierto tiempo el desprendimiento del feto y la placenta.
En el primer aborto mi abuela me confidenció que sólo botó coágulos de sangre y ella estaba segura, que entre el despojo sangriento se fue la criatura. Al terminar se levantó de la taza del baño y tiró la cadena. Se puso el delantal y prosiguió con la paella que le estaba cocinando a mi abuelo. Éste no se percató de nada y ambos se fueron a la cama. Mi abuela le comentó que andaba con la menstruación, para que él no le hiciera el amor.
Pasado dos años mi abuela volvió a quedar embarazada y el producto fue su segunda hija – mi querida tía – y todos estaban felices con aquella guagüita gorda y de rizos dorados. Entonces cuando mi tía cumplía 8 años vino el golpe militar y mi abuelo fue forzado a escapar a Venezuela para no ser torturado y asesinado. Mi abuela quedó abandonada y pobre. Del maldito de mi abuelo jamás se supo más. Nunca volvió y mi aquejada nona se quedó con dos niñas y sin nada que comer. En ese entonces mi abuela, una mujer bella de impresionante ojos verdes, se puso a trabajar en un vivero, donde el sueldo apenas le alcanzaba para comprar pan. No obstante, los pretendientes no faltaron y fueron en cierto modo una gran ayuda. Así que tenía tres novios. A todos les entregaba amor y ellos retribuían con ayuda para con las hijas de mi abuela. Mientras aquello ocurría mi abuela se inyectaba una bomba de hormonas que evitaba la ovulación y así no temía quedar embarazada (aunque luego se enfermó de cáncer). No obstante, un día ligó con un tipo que le decían el “mono relojero”, por qué nunca me ha dicho, aunque en mis imaginaciones disparatadas yo creo que era porque no se demoraba nada en volver a calentarse y montarse a las mujeres de su vida. La cosa fue que mi queridísima abuela fornicó con él tan sólo en una ocasión y sorpresa quedó embarazada. Ella deseaba tenerlo, pero mi madre una niña de 11 años le espetó que aún no tenían nada para mantener a otro bebé. Mi abuela sintiéndose en un callejón sin salida se volvió a poner las famosas sondas. En esta ocasión llevaba como 3 meses de embarazo y cuando por fin la criatura espiró, ésta se cayó en el suelo del baño. Mi abuela con su mente bien práctica y poco dada a los ataques éticos, lo miró con esos ojos de estudiante de biología. Detalladamente me relató como era esa criatura. Estaba todo formadito, tenía patitas y manos y dedos y ojos y todo, lo miré por un instante y le conté que no podía tenerlo y lo tiré al baño para que se fuera por el alcantarillado – ella relataba todo con sus manos expresivas y moviendo sus labios finos rápidamente. – yo por otro lado no me contuve y le pregunté, que si la hemorragia había sido mayor o menor al primer caso. Ella respondió que en este aborto terminó en el hospital con una hemorragia profusa, que no paraba. El médico la interrogaba categórico. Te hiciste un aborto, a mí no me harás tonto.- decía el doctor serio y con el seño fruncido. – No si yo estaba barriendo el antejardín cundo me vino un dolor fuerte a la guata y comencé a botar mucha sangre. – mi mamá con cara de santa ingenua que nada sabia de la vida.
Antes de terminar el café y prestos a partir al Emporio la Rosa a comer esos exquisitos helados artesanales, mi abuela recuerdó el aborto de una amiga de ella. Me confidenció que en aquella ocasión ella había entrado en estado de shock. Resulta que esta amiga le había mentido con la cantidad de meses de gestación. Mi abuela pensó que estaba en el tercer mes. La partera había llegado a la casa y con medio puño dentro de la vagina de la amiga de mi abuela trataba de arrancar al feto que aferrado a la matriz materna no deseaba salir. La mujer en cuestión gritaba desbocada por el dolor. La partera al sacar la mano llena de sangre dijo que eso se estaba poniendo feo y justo en ese momento la amiga de mi abuela mandó un grito infernal. El feto cayó y se azotó con el piso de parquet. Obviamente no era de 3 meses, por lo menos tenía 5 a 6 meses. Entonces mi abuela se descontroló tomó al nonato y se lo mostraba a su amiga: asesina, mira asesina gritaba descontrolada. La amiga por su parte estaba en un charco de sangre a punto de morir. La partera había desaparecido y mi abuela en un instante de lucidez tomó a la mujer y la llevó al hospital. Al interrogarla sobre donde la había encontrado, ella respondió que era una amiga, que había ido a pedirle una taza de azúcar y que la había encontrado tirada en el suelo en un charco de sangre. Los médicos no creyeron nada y sólo procedieron a salvar a la moribunda.
Con la guagua muerta envuelta en una frazadita, mi abuela llamó al supuesto papá y le exigió que tendrían que ir al cementerio a enterrar ese angelito. Así que a media noche los dos se metieron por el río hacia el camposanto. Cavaron una minitumba y depositaron el cuerpo exánime del infortunado. Rezaron un avemaría a la rápida y se fueron muertos de miedo.
Aunque lo escuché todo en silencio y sabiendo que quizás medio Chile estaría en contra de lo que mi abuela o sus amigas han hecho, yo como su nieto me autoconvencía que hay que ser hembra para saber lo que es estar embarazada. Ellas son las que corren el riesgo, por lo general, solas y asustadas. Muchas mueren en el intento y luego son denostadas ante la sociedad como asesinas. ¡Qué la vida empieza cuando el hombre lo dice! No señores, la vida comienza cuando una mujer se encuentra preparada para dar tal paso. Ser madre en el pasado no era una opción. Las guaguas venían una tras otras y cansadas muchas mujeres morían a temprana edad.
Hoy en día existen muchos medios para evitar los embarazos no deseados, aún así son miles los abortos que se aplican de manera ilegal en nuestro país. Cientos de médicos lucran con las penurias de las adolescentes que quedan embarazadas y mientras las niñitas de clase alta pueden aplicarse un aborto en prestigiosas clínicas, las más pobres sólo tienen como opción a la arcaica “sonda”. Creo que el debate debe ser prioridad. Y hablemos, esto hay que discutirlo y asumirlo.
Así que aplaudo a mi abuela, una sobreviviente de dos aborto. Ella no estaba preparada para tener ambos hijos y su decisión fue un acto de valentía (para mí). Vamos, que los que están en contra, apliquen sus convicciones a sus familias, y no las extrapolen a todos, que eso es mierda dominante, mierda machista, mierda conservadora, mierda eclesiástica, mierda de fanáticos que quieren a toda costa taparse los ojos y los oídos, para no ver ni escuchar los gritos de estas mujeres…

PD: dedicado a todas las mujeres que se han aplicado un aborto…
 
posted by Vicente Moran at 5:52 p. m. 9 comments
martes, marzo 13, 2007
Luis hasta los 18 años fue rapado. Su madre, una acérrima mujer cristiana de principios inflexibles, jamás le dejo crecer el cabello. Por lo general, siempre andaba callado en su vieja casa, que crujía a cada paso que él daba. Por las mañanas su madre revisaba meticulosamente las sábanas, en busca de líquido seminal. Una noche Luis no controló el sueño erótico que tenía y la señora Guillermina (su madre) lo descubrió. Le golpeo, mientras oraba por los pecados que su hijo había cometido. Con aceite caliente quemó ambas manos de Luis y éste quedó tirado llorando la ausencia del padre y el ardor de las quemaduras. Su madre poseída por la efímera espiritualidad creía ver en su hijo a Satanás.
Hace tres meses que conocí a Luis. Sus ojos me encantaron y su voz suave me transmitía ternura. Quise de inmediato sentarme y comenzar a charlar sobre nuestras vidas. Él es un ferviente cristiano y yo un agnóstico en busca de más emotividad. Él no está con nadie y jamás te toca, aunque a veces lo posee otro ser y te agarra en busca de cobijo. No se ha casado y pienso que jamás ha hecho el amor. Yo lo “contamino”, según él, con mis historias homoeróticas. Le relato mis vivencias de amor y lo feliz que soy con mi compañero. Él me pregunta si no tengo miedo al fuego del infierno, donde arderé por ser tan impuro y sucio. Yo me lo quedo mirando, y como sé que su perra se llama Sra. Guillermina (como su madre) me defiendo diciendo que él también arderá en el infierno y que sus carnes serán arrancadas, por desquitarse con su mascota. – Tú madre te ha dejado completamente insano y tu perra paga justos por pecadores, cuando en estricto rigor no tienen culpa alguna –.
La Sra Guillermina es una poodle blanca de 6 años. Luis la lleva todas las semanas a la peluquería canina para bañarla y mantenerla pelada, igual como hizo su madre con él hasta su adolescencia. Así al menos se permite despojar un poco de rabia, que le corroe hasta el tuétano.
Siempre se asombra cuando le cuanto que jamás he golpeado a nadie. Él, en cambio, ha sido violento varias veces. En esas ocasiones es mejor encontrarse lejos de él: sus ojos se tornan de un rojo furioso, sus manos sangran al enterrar sus uñas en sus manos y la cara es un entuerto de recuerdos mal avenidos. Simplemente hay que dejarlo sólo y atisbarlo hasta que se quede dormido. En resumidas es como un niño inteligente, que será un abogado rabioso en apenas dos meses más. No sé que hará cuando pierda sus primeros juicios.
Siempre he creído que Juan es un ser humano misántropo. Y hay que ver como atraen estos individuos limítrofes. Puede ser que aquel agudo sentido de claridad, que los caracteriza, sea precisamente lo que encanta. Esa capacidad taciturna de encontrar la palabra correcta y la sintaxis exacta para atacar tus planteamientos. Son mágicos, mas no para ser amados de manera carnal. Casi siempre están torturando su capacidad de amar. Entonces entregarse a ese abismo de contradicciones, es lo mismo que suicidarse en el amor. Por supuesto, no matando tu carne, sino tu espíritu. Luis jamás amará como se debe, ya que en su caso no existe su otra mitad. Él está completo y al mismo tiempo sólo, y por tal razón es tan maravilloso para los humanos. Él es aquel ejemplo de ser humano no descubierto por los filósofos del “Banquete” de Platón.
Esa tarde con Luis tuvimos una acalorada discusión sobre la eutanasia pasiva que se le aplicaría a un gatito que él había encontrado, y al cual se le diagnosticó una enfermedad nerviosa mortal. Con Luis nos zambullimos en las creencias de cada uno. Me contó que rezó cuando el Doctor anestesió al gatito. Tuvo que salir, porque éste se lo había solicitado. Yo por mi parte le espeté que había sido un desatinado, como se le ocurría rezar como un cura psicópata delante del Veterinario. Claro está, que Luis no me hizo el menor caso y siguió son su soliloquio interminable sobre como Dios nos castigaría por nuestras atrocidades. Yo me enojé y le recordé que la causa básica de muchas calamidades se debía a las interpretaciones literales, que hacían fanáticos como él, de libros antiguos como la biblia. Ni siquiera escuchó lo que de mis labios salió. Su trance inflexible sobre lo correcto y lo incorrecto, no lo dejó ver lo que le decía. Además le invité para que fuese al MUMS (Movimiento Unificado de Minorías Sexuales), no por que creyera que fuese un gay “Inside The Clothes”, sino más bien para que comprendiera que los humanos sólo diferimos en las circunstancias, que nos tocó vivir y no en los actos, que a veces llevamos a cabo. Al menos en aquel lugar (MUMS) podría dar su parecer y de paso salir un poco más universalizado. Sin embargo, se negó rotundamente y después de creer que me estimaba por un poco, luego pasó abruptamente a odiarme. ¿Quién entenderá a este monstruo construido por una madre avasalladora y dominante?, ¿quién lo amará y quien lo soportará?, ¿será posible que pueda adaptarse a esta sociedad?, ¿quién lo cuidará cuando sea un viejo?... Lo más probable es que termine ahí tirado en una calle (si es que aún existen como las concebimos).
Al terminar me preguntó si me gustaría ser padre y le dije que aún no podía, ya que en Chile ni siquiera había una ley que me protegía contra la discriminación. Según él como soltero puedo adoptar – aunque sé que estaría en el último lugar de la lista y cuando averiguasen que soy gay me quitarían a mi hijo o hija – y además puedo testar mis bienes siempre y cuando toda mi familia se muera (cosa imposible, es muy numerosa). En fin, antes de partir de aquella visita fugaz de una hora aproximadamente, no sabía si despedirme con un gesto sutil de la mano o con un apretón de amistad. Creo que él también se lo preguntó, al fin de al cabo había averiguado más de mi vida y temía contagiarse con mi “enfermedad” – bueno él sí está enfermo de remate – no obstante, pudo más la fraternidad y estrechó mi mano con determinación-

- Adios Luis que te vaya muy bien…
- Chao Vicente, nos estamos viendo…

… Y un aroma a pasión sideral quedó suspendido, en ese día de verano bochornoso, bajo la sombra imponente de una Ginkgo biloba, que prehistórico se preguntó, quién de los dos era más imbécil.
 
posted by Vicente Moran at 9:21 a. m. 3 comments
miércoles, marzo 07, 2007
A las 7 de la mañana mi madre me despertó para el primer día de clases de mi vida. Yo tenía los ojos pegados y me rehusaba a salir de la cama. Mis sábanas me tenían atrapado con sus tentáculos floreados. Un grito estridente de: ¡¡¡¡¡Levántate crío de mierda!!!!! Me sacó de un salto del catre. El pulpo de la cama se había muerto y antes de que me despabilara del todo un chorro de agua fría calló por mi espalda. Mandé un grito, y en el instante pensé: Dios mío, si esto es ir a la escuela, entonces creo que he conocido el infierno. Mi madre me pasaba el jabón por todas partes. Yo tiritando pedía clemencia. ¡¡¡Cómo que te duele la esponja, eso es porque eres muy cochino y tienes mugre pegada en todas partes, quien te manda a jugar en el potrero!!! Mi madre bramaba como enloquecida. Me pidió que corriera mi prepucio hacia atrás, pero a mi me dolía y le dije que prefería tener el pene olor a pescado, que sufrir corriendo mi forrito. Ella retándome me increpó, que mis compañeros se burlarían de mí. Yo de vuelta le respondí, que le pegaría al primero que me llamara “pescado podrido”.
Luego me vistió casi a la rápida. Era mi primera vez que usaba camisa con corbata, la odié desde que sentí que no me dejaba respirar. ¡Que mala mi madre, que vieja de mierda, espero se muera!, pensaba en silencio, mientras aguardaba sentado en la mesa, el desayuno escuálido que me daría mi mamita (porque, ya me había arrepentido de pedir que se muriera, ya que nadie me cuidaría). Llegó con una taza de leche caliente y dos tostadas fritas en aceite con sal. Estaba rico todo y ya se me estaba pasando la rabia, cuando mi mamá histérica me grita que me apure, porque iba a llegar tarde. Me subió de un ala a la bicicleta y partimos juntos a la escuela, que está medio lejos de mi casa. En el camino veía como más niños caminaban al colegio. Todos ellos eran más grandes e iban sin sus madres. Le pregunté a mi mamá si podía irme sólo mañana. Así me escaparía y me iría a jugar con los caballos. Me respondió que ella no era tonta y que sabía que me arrancaría, por lo que me vendría a dejar por lo menos varias semanas, y que cuando me acostumbrara a mis compañeros me permitiría llegar por mi mismo. Yo me volví a amurrar y mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Todos mis juguetes estaban en la casa y no tenía nada para jugar, obligado a entretenerme con piedras y palitos, refunfuñaba sin parar de reclamar.
Cuando llegamos a la escuela un pánico me atacó y quise arrancar. Me aferré de la pollera de mi mamita y le rogaba que no me dejara en ese antro con esas viejas feas, que supuestamente me torturarían. No fui el único, así que no me dio vergüenza gritar y hacer berrinche, ya que otros niños también lloraban. Sin embargo, me arrebataron de los brazos de mi mamá y ella también se puso melancólica, hasta podría jurar que le atisbe una lagrimita. No sé, pero en ese instante creí que mi vida había acabado.
Nos sentaron a todos en unas mesitas estúpidas chiquititas y rosadas. Yo no hablaba con nadie y tampoco miraba a nadie. Quería estar sólo viviendo mi luto. Mi madre me había abandonado y ahora estaba perdido en medio de un montón de extraños. Y justo en ese lapsus mental una niña me hablo: hola ¿cómo te llamas?... Quedé petrificado ante tanta belleza, nunca me gustaron las mujeres, ya que con ellas no se puede jugar a la pelota, no se puede pillar lagartijas, ni tampoco tirarse pedos y flatos. Se debe ser bien educado con las mujeres, es lo que siempre me dicen en la casa.
Se llama Cristina, es rubia con ojos verdes y mocos verdes también. Al principio no quería jugar con ella y aunque traté de arrancarme no pude evadirme de sus encantos.
Desde hace tres semanas vengo al párvulo y juego con la cristina dentro de la casita de muñecas. Yo hago de papá y ella de mamá. Nuestros días son cortos, ya que el recreo dura 15 minutos no más, así que jugamos rápido y luego nos meten a las salas para aprender las vocales.
Ayer me retaron, porque con la cristi nos pusimos hacer el amor. Yo había visto a mi papá con mi mamá hacerlo. En la noche me hago el dormido y como somos pobres y dormimos en la misma pieza, puedo sentir y ver como hacen el amor. Le dije a la Cristina que se bajara los calzones y que yo tenía que ponerle mi pene en su rayita de abajo, para tener hijos. En eso estábamos bien juntitos cuando una tía nos pilló y me sacaron de la oreja para el patio. Yo me defendí, por supuesto y le pegué un punta pie a la tía.
En la casa me pegaron con la cuchara de madera y lloré hasta quedarme dormido. Aún hoy no puedo entender que hice mal. ¿Por qué a mis papas no le pegan cuando hacen el amor?...
A la Cristinita no la he visto desde entonces y me da pena, no tengo ganas de comer ni de jugar. No me he aprendido las vocales y no sé contar hasta 10, así que parece que quedaré repitiendo. En las noches ante de acostarme siempre pido por la Cristina, espero que ella igual rece por mí… Aún la sigo amando.
 
posted by Vicente Moran at 12:10 p. m. 1 comments