jueves, junio 28, 2007
Ay hiji de mi alma. Jamás nunca quise que sintieras que fuiste una alimaña concebida sin cariño ni amor. Más bien fuiste un acto impulsivo, de parte de una mujer desesperada. Tú bien sabes, que mi pasar puteril, dejaba en mí un vacío tormentoso, que me peinaba con un semblante de diva de los ´50, lágrimas perladas y ojos tiritones como la Reina de los mil Años. Simplemente fue un acto de fe, un piquero chiriloqui, ciega, sorda y muda. Y el resultado fuiste tú. Eras bellísima cuando pequeña. Yo jugaba a vestirte con bellos vestidos confeccionados con mis amigas las travestis. Nos turnábamos para cuidarte y mientras yo trabajaba, ellas te mimaban como madres sustitutas. De estas amigas sacaste esa personalidad tan histriónica y desfachatada. A veces me reniego de haberte dejado sola tanto tiempo. Sin embargo, era necesario y te juro como devota que soy de la Virgen de la Tirana, que cada vez que un cliente requería de mis servicios, yo internamente pensaba ya, en que te compraría con ese dinero.
Luego cuando fuiste creciendo me percaté que venías con “alterciones”, aquellas divagaciones y preguntas tan de adulta. Siempre tan adelantada y con una intuición femenina sobrenatural. Desde pequeña te interesó el “sexo”. Muchas veces te pillé con tus amiguitos jugando a la doctora. A los 10 años te llevé al sicólogo, de ahí salí devastada, el diagnóstico al final de las sesiones era nefasto, tenía ante mí la hija más loqui de la tierra. Estuve en terapia para aprender a tratarte 6 años. Fue duro hija, porque usted me reprochaba, que yo era una puta cualquiera. Usted rebelde salía en las frías noches de invierno y volvías emborrachada y con olor a droga. Yo lloraba cuando lavaba sus calzones y veía manchas de sangres, mezcladas con una sustancia blanquecina. Ya no eras mi niñita…
También se me escapó de las manos, el haberte advertido de aquel fatídico amor, pues yo también creí en él. Cuando fueron a pedir tu mano, tu padre y yo dormimos tranquilos después de mucho tiempo. ¿Quién iba a saber que volverías como un estropajo usado, ajado y maltrecho del corazón? Aunque no me he dado por vencida. Sé que saldremos adelante y por eso apoyé su ida al lejano desierto. Allá es donde la mujer toma temple. Donde lloran sangre y mean ácido. Allá las hembras se vuelven indomables y salvajes. Allá en la tierra de brujos y estrellas se convertirá en una de nosotras. Renacerás como una extraña Añañuca del desierto florido y llegarás a mí convertida en lo que siempre ha sido. La mejor hija que jamás concebí…
PD: le quería contar una historia de demonios y ángeles, pero no me alcanzó el tiempo, me puse melancólica y terminé llorando. Son las hormonas…
 
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martes, junio 26, 2007
Por supuesto que no hay que ser estúpida ni luly, como aquel simpático personaje del momento, que con su actitud pueril conquista sobretodo a los machos más rudos, para entender lo que pasó en la cazuela de cuerpos hediondos y enredados al son del placer momentáneo. Algún día terminaré ese relato, cuando recupere las fuerzas y pase este doloroso proceso de enfrentarme a lo que le comento en las siguientes líneas.
No sé que sucede conmigo mami, sé que soy su hija, sé que le debo respeto y admiración por cuanto esfuerzo tragicómico ha hecho por sacar adelante nuestra incipiente familia, pero el hecho de conocer mis orígenes me ha dejado con ánimos circumbirúmbicos y con actitudes estrambóticas al pensar en mi historia personal. Terminé de leer su historia-confesión con los ojos vidriosos y el alma plagada de incertidumbre, respecto del devenir y del sentido que posee mi vida, originada por usted con esfuerzo melodramático y en un escenario de frustración y desencantos. Pues lo acepto, dejé de considerarme la niña consentida; para pasar a ser la bastarda seminal que fue prefecundada en el hocico mujeril de mi madre, en un momento de perra deseosa candente, enamorada sublime anivagini erótica. Todo lo cual me hace sentir inferior, miserable y casi un experimento de laboratorio telenovelesco. No es difícil entender por tanto mi ánimo putifrunci y mis sentimientos abyectos hacia todo lo que tiene que ver con el quaker de falopio que transita por el interior de las mujeres con tula como usted y yo. Tula, ay! que fea palabra, pero se me salió. No hallé otra manera de llamarle a nuestro picloris adornativo de las banderitas japonesitas en las que culminan nuestras espaldas de féminas, pero lo dije y qué.
Debo reconocer que todo lo anterior me ha impactado a tal punto, que me encuentro desorientada y media sin palabras. A propósito mami, quiero contarle algo que me sucedió hoy mismo: transitaba por la glamorosa avenida del mar, a pasos del archiconocido faro de La Serena, cuando una repentina sensación de tragedia me inundó y me hizo apurar el paso. Claqueé al más puro estilo "El Diablo se viste a la moda" y los tacos pobres que llevaba puestos en ese infame momento se me doblaban violentamente cada cinco pasos, aumentando mi sensación de angustia y desesperación, haciendo que mi cuerpo se doblara anguloso y que en mi cara se viera el esfuerzo y la velocidad. En mi interior sólo habitaba la idea de aplicar el conocido poder de las locas llamado "tacos veloces" y huir de aquel ambiente que sugería peligro a mi desarrollada intuición. Estaba en eso cuando una masculina voz, gruesa y morbosa me detuvo -señorita deténgase de inmediato- dejé de claquear. Los cada vez más sonoros clackaca, clackaca, clackaca, cla - rakata, rakata, rakata, ra - clackaca, clacaclacka, cla dejaron un pitido arrastrado en el entorno, que fue tan intenso como el de la sirena de la zapatilla serenense que metros más allá formaba una barrera sonora a mi ajetreado andar. En su interior estaban cinco robustos carabineros, todos vestidos con sus uniformes completos, impecables y con una cara de maldad peor que la de Zackarach y una actitud masculina y sugerente. Me detuvieron. Argumentaron que en esa zona estaba prohibido andar en esas fachas, yo asustada intenté seducirlos uno por uno, aprovechándome de la lujuria que expelían y de lo ilógico de la situación. Pensé -algo se traen estos entre manos, pero conmigo no podrán. Ahora mismo me los como a todos y hago que me dejen en la puerta de la disco después para seguir wueviando-. Bien equivocada que estaba, resultó ser que el mandamás de todos los ahí presentes, parece que me había echado el ojo hace rato, porque con sólo un gesto de su mano dio una orden e hizo que todos los demás se subieran de nuevo al vehículo y continuaran haciendo su trabajo por el sector, luego se dirigió a mi amable y me dijo señorita hágame el favor de acompañarme. Yo en ese momento no daba más de incertidumbre, no tenía idea de qué mierda era lo que iba a pasar, de hecho no me hacía ni una sola idea de qué era lo que estaba pasando en ese preciso instante. Respiré hondo y en un acto imperceptible para el fornido hombre uniformado que estaba a mi lado, miré a los cielos y me dije a mi misma Dios mio ayúdame sea lo que sea lo que pase a continuación. Mi comunicación con los seres superiores parece que dio resultado porque acto seguido el paco me tomó en andas y me llevó a recorrer la playa. Me comentó que desde que me vio por primera vez, hacía muchísimo tiempo atrás, que quería conocerme, que sabía que él y yo íbamos a ser la pareja perfecta. Caminamos por la orilla de la playa de la mano, en una tarde romántica que nunca olvidaré, me contó gran parte de su vida y de los planes que tenía para estar por siempre con una hembra como yo. Usted podrá comprender que yo no podía creer lo que estaba sucediendo, un hombre real me estaba proponiendo hacer mi vida junto a él; su belleza me deleitaba y me hacía imposible la misión de creer todo lo que mis oídos, aún vírgenes, escuchaban e interpretaban como una melodía sublime y jactanciosa. Por supuesto el hombre me ofreció no sólo su ser, sino que además todo lo que yo podía ver enrededor y una vida llena de placeres y lujos. Fue tal su insistencia que terminé por creerle, le pedí que nos sentáramos un momento frente al mar para contemplar el ocaso (y para aprovechar de arreglarme los tacos que estaban todos chuecos). De nerviosa que estaba, jugaba con el cabello entre los finos dedos de mis manos de mujer comprometida y finalicé la conversación accediendo a su propuesta de pasar la noche juntos. Llegamos a su departamento, había un desorden de hombre soltero en busca de una mujer que le ordenara las cosas y lo mime como a un cachorrito, haciendo caso omiso de la disparatada ambientación. Fumamos un cigarrillo a medias y bebimos una copa cada uno, del mejor fernet que había probado nunca antes. De pronto me sentí obnubilada, veía borroso y sentí que mi cuerpo se elevó. Sentí la respiración del hombre muy cerca, al momento me descubrí desnuda sobre una cama de agua, exactamente sobre unas sábanas de seda que con su suavidad acariciaban mi cuerpo. Tomé un extremo de dichas sábanas y me cubrí pudorosa, hasta tapar mis senos de mujer sin bisturí, pero olvidé mi parte inferior y mi picloris quedó al aire, descubierto. En un dos por tres, sentí que el hombre lamía empeñoso mi picloris, olvidándose por completo de mi anivagina que en ese momento clamaba atención. Luego de mucho rato chupa que chupa, chupa que chupa, chupa que chupa, chupa que chupa, el hombre se desnudó completo y dejó al descubierto su hermosísima anatomía masculinísima y en un acto, que en otros tiempos podríamos haber definido casi como heroico, se pegó un brinco circense y cayó en una posición más femenina que usted y yo juntas, para luego depositar sus rodillas sobre las sábanas de seda y con su ano al aire por la acción de ambas manos inmensas que separaban sus nalgas en ese instante me obligó a depositar el extremo de mi aparato femenino - mi picloris - en su ano, que ya pasaba a considerarse rajina en ese momento. Asqueada y obligada por el revolver que divisé un poco más allá lo penetré, sentía nauseas y mis uñas y cabello largo como Daniela Romo dificultaban la misión, hasta que ya no pude más. Decidida me abalancé sobre el revolver y lo tomé entre mis manos tiritonas cuando apuntándolo recogí toda mi ropa y salí presurosa de aquel lugar, desnuda y vejada, nerviosísima. Corrí despavorida tratando de vestirme a la vez, no lográndolo terminé desnuda en plena avenida del mar, mientras pasaban muchos autos con alegres jóvenes que se reían de mí, no sé por qué. Afortunadamente pasó una travesti por el lugar que amorosamente me prestó ayuda mientras me regañaba - prima no todo lo que brilla es oro- la veleidad no lleva a ninguna parte son algunas de las frases que recuerdo ahora después de pasado el shock. Después de contarle la historia con lujo de detalles, la muy zorra me dijo seguramente te topaste con el Richard, ese maricón nos ha hecho a todas lo mismo, le gusta reírse de los maricones pinta'os, no se preocupe prima, todo el mundo sabe que ese wueón tiene velcros en las manos y todas las travestis se lo han pescado ya... vamos a fumarnos un pitito pa que se relaje hija, ya no más nos vamos a la disco, a la Arkangel ¿la conocís? Apenas pude me libré de su presencia y la llamé a usted para contarle la historia algo transformada para que no se preocupara. Ahora le conté la verdad de lo sucedido y se podrá imaginar como me siento; pero igual voy a ir a la Arkangel, pa wueviar un ratito, nos vemos y hasta pronto...
 
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martes, junio 12, 2007

09 de Junio de la hija a la madre

Madre del alma mía, gracias por sus bellas palabras y sus buenos deseos. Como le comenté por fono la otra vez, la inspiración no ha sido compañera ni guía mía en el último tiempo. El exceso de pega por fin de mes, el frío, la soledad, el poco tiempo, el cuestionamiento constante, el duelo en elaboración, la distancia con los seres queridos, la etapa del proceso, la vida y las circunstancias, han provocado en mi una suerte de estado transitorio-paranoide-esquizoide-vulnerado-evitativo-internalizante grotesco, que me hace pensar tonteras, sentir wueas y hacer estupideces por lo que me deja poco tiempo para sentarme a escribir.
Lo lamento, el fin de semana pasado fui una hija ingrata y aunque sé que merezco las mil penas del infierno por tan inapropiada conducta, le escribo como perra con la cola entre las piernas y paso a relatarle que fue lo que me ocurrió, sin apegarme a los detalles ni a las circunstancias.
Mientras caminaba por la capital, me enredé en un sin número de sensaciones que me guiaron por un sendero rústico, por una estrepitosa vía plagada de tentaciones envueltas en sacrificio y cansancio. Continué el camino, paso a paso me fui topando con diferentes alternativas al camino original hasta que di con la que consideré para mí, una oscura y solitaria vía tapizada con encanto y recubierta con lujuria. A cada momento, en la medida que fui avanzando por tal vía, encontré nuevos cuentos que hablaban de sensaciones táctiles junto a susurros recurrentes...
Introduje mi ser en la habitación, en seguida ella me llenó de un olor violento, ciertamente viscoso por esencia. Caminé reservado, dando cuenta en mi interior de cada uno de los detalles que era capaz de percibir a cada paso que daba, una sensación de humedad y frío recorrió mi espalda, tal como lo haría la lengua de algún amante detallista y preciso en alguno de sus mejores momentos.
Varios minutos después mientras cruzaba el umbral de la última puerta que me separaba de la escena esperada, sentí como mi corazón palpitó taquicárdico y todo mi cuerpo se dispuso a las nuevas sensaciones que ya en ese entonces, eran predecibles. Un brazo velludo que terminaba en una mano firme y segura se posicionó en el mío, frágil, cándido e indefenso en ese momento de tragedia placentera, para acercarme aún más al cuadro plástico que se erigía ante mi, con toda la potencia masculina retratada de diferentes formas.
Mi cuerpo temeroso carecía cada vez más de ropajes y telas que lo cubrieran del pudor y lo separaran de aquella escena macabra -de ese espectáculo que junto con ser bizarro, daba cuenta de importantes cuotas de perversión - a la vez que yo me iba preparando para la nueva experiencia. Usted sabe, hay que hacer algún trabajillo mental para disfrutar el miembro enhiesto a concho, como corresponde, al fin y al cabo, una nació para eso.
Le mando mil besos rapiditos y mariconcitos mientras corro a protegerme del frío que amenaza mi cuerpo mujeril. Lo que pasó después se lo cuento luego cuando termine de ocurrir, porque ahora estoy sólo haciendo una pausa y escribo chasconamente sonriente mientras nuestros cuerpos descansan agitados...
Besos.

De la Madre a la Hija.

Por su puesto que no hay que ser tonta para entender esa cazuela de cuerpos sudados, en el cual se vio envuelta. Pobrecita de mi hija, me la imagino tan púber y vulnerable, en compañía de aquel hombre de experiencia tan profunda. Espero haya puesto en marcha todos los truquillos y encantos, que yo le he impartido desde el día en que supe que estabas dentro mío. A todo esto jamás te he contado como fuiste concebida y he aquí la historia.
Verano del año 2002. El sol de Atacama blandía sus rayos incandescentes sobre mi cuerpo rosado de mujer propensa a las divagaciones estrogénicas. Ahí me encontraba en compañía de su abuela llorando día tras día por aquel amor malagradecido, que dejó destrozado mi corazoncito de pichona relamida. Ahí estaba tirada como estropajo, rechazada y con el pelo andrajoso y apelmazado. Mi madre pacientemente me acariciaba la nuca, ambas contemplando el horizonte y esperando a que esa bola roja se perdiera en el ocaso. Así pase dos semanas de enero, en donde adelgacé estrepitosamente, hasta el punto que la vagina se me achico, las tetas quedaron como dos pasas mustias mirando hacia el suelo y con los pezones resquebrajados y secos. Estaba fea y eso me daba rabia. Mis caderas paquidérmicas habían dado paso a unas ancas más bien escuálidas no aptas para la cópula. Fue entonces que aquel hombre atroz llamó arrepentido a mi madre pidiendo permiso para visitarme. En ese momento yo me encontraba bordando un enjambre de flores, la mayoría de ella inventadas por mis locuras de mujer destruida en y por el amor.
Cuando mi madre me contó que este ser horrendo (su padre) me visitaría mi corazón comenzó a saltar renovado y con una fuerza erótica desenfrenada. Sabía que en dos días no podría recuperar esa belleza tan exótica, de india atacameña que me caracteriza. Así que recurrí a los hechizos de mi madre, la cual me embetunó en un ungüento, que aún hoy no sé que es. Lo importante fue que quedé con la piel de porcelana, flaca como perra, pero suave como cerámica china. Y así esperé vestida de señorita famélica, con cara de bambi malherido, los labios cual carmín y las pestañas encumbradas enmarcando un semblante trágico y dulce.
El hombre llegó a eso de las tres de la tarde, con esa sonrisa que conquistaba hasta la más virgen de todas. Por su puesto yo lo era 100%, nunca había sabido del miembro viril y sólo había recibido las instrucciones matriarcales de nuestra descendencia de mujeres fuertes como gallinas colloncas. Recuerdo que ese día fue espléndido: reímos y paseamos por el parque, jugando y saltando como dos liebres en primavera. Yo le repetía arrastrada que lo amaba, que jamás amaría a nadie más en la vida, que él era el hombre de mi vida, que yo sería una mujer desdichada y apestada si él no accedía a desflorar mi anivagina. Sin embargo, él impertérrito no dio su brazo a torcer y me rechazó como tantas veces en el pasado. Por dentro mi corazón se resquebrajaba poco a poco y yo no entendía como un hombre podía ser tan ciego y no ver que yo era la mujer de su vida, la “femme mortelle” que lo haría ver estrellas.
Al caer la noche decidimos ir donde un amigo mío. Oscar es mi hermano de la vida, su tío-tía que algún día conocerá. Ahí estábamos bebiendo alcohol, en una tertulia que sabía iba a ser la última junto a su padre real. Nos seudo-emborrachamos y mientras el brebaje hacía su trabajo, nuestras miradas se entrecruzaban una y otra vez, hasta que decidimos marcharnos. Mientras íbamos en el taxi un aroma mujeril de anivagina húmeda comencé a expeler. Creo que mis feromonas hicieron clic en el órgano Vómero-nasal de este hombre innombrable ahora. Al llegar fuimos a nuestra habitación con el corazón exultante, las energías a flor de piel y nuestros sexos prestos para la acción. Y ocurrió. Empezamos con cariños inocentes de amigos, y yo mujer audaz y sin remilgos retiré de una vez las mantas para descubrir el miembro viril del hombre, el cuál debo decir, no era lo que yo esperaba en cuanto a tamaño. No obstante, estaba enamorada y deseaba que aquel Pene de boquita acuática penetrara mi aniutero para quedar preñada de usted. Fue en eso que el hombre decidió colocarse un condón y mi plan de quedar encinta se fue a las paila. Yo lo dejé que me cabalgara con condón sintiendo sus pulsaciones y su presión sanguínea dentro de mí. El dolor fue poco, ya que mis intensos ejercicios de geisha me habían preparado para eso. Estaba hecha para entregar placer, también para vivirlo y quedar embarazada.
El hombre no quiso terminar dentro de mí, así que le susurré a los oídos que a mí me encantaría beber su leche, ese elixir blanquecino vivo. El hombre sintiéndose un semental de categoría, dejó en mis manos su viril hombría y yo lo mamé como sólo nosotras las mujeres utópicas sabemos hacerlo. En apenas dos minutos mi boca se inundó de una leche espesa y agridulce, como las gomitas “loops” – no sé si se acuerda hija de esos dulces – me paré con la boca llena y un hilillo fino de líquido seminal resbalando por la comisura de mis labios acorazonados, entonces baje al baño y ahí mirándome al espejo me dije: quedarás preñada y serás una madre soltera, porque tú eres una mujer marítima y de madera con ansias de maternidad. Entonces escupí el semen y me lo metí por mi anivagina hasta mi aniutero, contraje el esfínter y de la pura felicidad ovulé.
Así fue como la concebí sin amor, sin permiso, a escondidas en un baño y con el rímel corrido por el llanto de dicha. El embarazo fue hermoso, sólo tenía miedo que saliera hombrecito y que se pareciera a él, pero gracias a la santísima virgen del socorro perpetuo nació bella como la madre y más mujer que yo. Quedé un poquito gordita, pero jamás desarmada, algo así como el cuerpo de una mujer madura presta para encontrar al amor de su vida. Muchos me confundían con Sofía Loren, por mis pechos abundantes y redondos.
Por un tiempo anduve divagando por la vida, usted junto a mí, jamás te deje sola. Tuve mis encuentros furtivos, mas nunca dejé que te dieras cuenta, para no entregarte un mal ejemplo de mujer fácil, sólo que muchas cosas que hice fueron para sacarte adelante y que fueras una sicóloga de éxito (media orate, pero exitosa y glamorosa). Aunque las historias de mis amoríos post-concepción son para otra carta de madre a hija. Sólo le confidencio que después de tanto trajinar, después de pasar hambre juntas y usar la misma ropa, todo con el fin de entregarle a usted lo mejor, finalmente encontré al hombre que se merecía ser su padre. Y sé que está feliz con el ser humano, que tengo al lado mío, pues al final de cuentas esta historia terminó como en los mejores cuentos de Ada. En donde yo, la princesa, encuentra a su príncipe azul y es feliz hasta el día de hoy. Y este cuento no ha terminado, porque sigue transcurriendo…
 
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sábado, junio 02, 2007
Ser madre es tan difícil, por cuanto, no saber sobre los suyos es un yugo constante. Sépase que no soy madre sustituta o de aquellas desnaturalizadas que sólo se acuerda de sus hijas cuando éstas la llaman. Por supuesto que no, yo soy de las progenitoras catetes y bondadosas, de regazo amplio y senos enormes, soy madre de delantal eterno y horno trabajoso para con los míos.
Ayer hija mía su madre recordó sobre lo lastimoso del tiempo. Se sentía vieja y cansada. Todo la agobiaba y las hormonas andaban descontroladas. El gimnasio la dejó exhausta tratando de levantar, lo que la gravedad con obstinación atrae. Los glúteos quedaron adoloridos y los pechos duros como dos melones juveniles. El estómago tonificado, aunque con ese maldito rollo que jamás desaparece y que a una la pone de mal humor. Así mientras pedaleaba en esa bicicleta que mágicamente no se mueve de su lugar, la televisión transmitía las pechugas de la Bolocco en primera plana y su beso de beata putifrunci con ese italiano bien lindo. Muchos dirán, que qué hace una belleza como ella con otro viejo feo. Sin embargo, yo como mujer sabia entiendo perfectamente su decisión y le contaré hija por qué. Resulta que estos hombres entrados en años y con ese tilde indescriptible de un no sé qué, todos tienen el pene gordo (a poco poto harto guachalomo) y cuando digo gordo, me refiero a esos de entre 8 y 10 cms de diámetro, no de perímetro. Súmele aquello el habla envolvente y sensual del italiano, una sin querer empieza abrir las patitas lentamente, es casi como un reflejo. En eso estaba yo roja de cansancio y mojada, cuando mi personal trainer me dijo que cambiara a esa maquinita que sube y baja. Yo levante mis ancas lentamente para que las notara, mientras pensaba, que ojalá las palpara y testeara por su propia cuenta, para que notara cuanto he progresado. No obstante, se fue a decirle lo mismo a otra vieja, que está más para la cagá que yo. Igual el chicuelo es muy joven para mí y usted sabe que a mí me viene lo más maduro, igual que Ceci.
Mientras estaba en mis sube y baja las noticias comenzaron y de sopetón salió el Longueira declamando contra la homosexualidad. Yo estaba encantada viendo esas ojeras de viejo gruñón, embobada me encontraba con el movimiento sádico de sus manos, las imaginaba estrellándose a esa velocidad en mis pompas mientras me cabalgaba. Me sonrojé un poco y la abuela que estaba al lado mío – vieja zorra ella – leyó mi mente y en tono de pregunta viene y me lanza: - se imagina como debe ser con su mujer. Yo, en un acto reflejo, le respondí: pues como un animal conservador loco por el sexo anal. Lamentablemente, la señora no alcanzó a experimentar el placer del sexo anal, ya que en su tiempo sólo se hacía por la vagina. Así que le dije que empezará hoy mismo a probar. Ella me contó que la habían operado y le sacaron desde el ovario para abajo hasta el cérvix. Y desde entonces había quedado anéstrica. Entonces yo le enseñé que en el recto habían unos receptores del placer que toda mujer debe estimular (también los hombres) y así me puse a dar una clase didáctica a todas las señoras de mi tipo, de cómo meterse un pene sin sentir demasiado dolor, por el poto. No sé cuantas lo pondrán en práctica, pero le cuento la próxima semana cuando ya haya pasado un tiempo.
Al final de la clase me realizaron masajes de reducción, que son super buenos. También aproveché de hacerme el rebaje, aunque soy bien choro muñeca, así que me cobran barato. Después arranqué el auto y me fui bien lento porque había mucha neblina y me daba miedo. Encendí la radio y seguían las noticias. Un resumen: habían caído granizo en Santiago y estaba blanco como nevado. Hugo Chávez había cerrado definitivamente el canal de televisión y como bien demócrata que soy pensé: ¡quizás quiere que lo recuerden con un busto suyo en plena plaza mayor de Caracas, ay que horror, porque es tan feo el hombre!. También está ese problema del gas, que lata no tener gas, imagínese hija, una sin bañarse, sucia y maloliente, atroz, ¿no cree? Yo le pediría a mi marido que hiciese un fuego para una olla gigante y me baño igual, de la comida se encarga la nana. Bueno hay otras noticias más aburridas como que Bush salió con un nuevo plan contra el calentamiento global, y eso ni me calienta, ya que ese señor no sabe ni siquiera que es un clímax…

En fin, ya hija la dejo de aburrir, porque voy en el tren llegando a Santiago y se me está acabando la pila del laptop. Besos y amor, su Madre...
 
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