lunes, abril 23, 2007
En el post anterior recree a mi manera la historia de Libertario Lizama. Ese loco cuerdo que sin querer me preguntó si estaba conforme con mi vida, o mejor dicho con nuestro quehacer diario: ese robótico frenesí, que va de allá para acá y de aquí a la mierda.
Pasaron uno días y en VirginiaTech, un Oriental resentido con la sociedad, no se le ocurrió nada mejor que entrar en las salas de clase y disparar a diestra y siniestra, como tirando dulces de plomo directo en las cabezas y corazones de desdichados pro-globalización. Aquí la realidad hasta se me hace jugosa y sangrienta. Un tanto maquiavélico este Cho Seung-Hui que se dio el lujo de hacer hasta unos videítos, sacarse fotos y escribir una carta odiosa y lunática, a los más Real-life y enviarlo a un medio masivo de difusión. O sea la televisión, para que todos viéramos sus tornillos sueltos y esa cara de antihéroe subversivo. Todo un maestro este jovenzuelo, si hasta me saco el sombrero, para congratular la forma de captar la atención mundial – aún cuando jamás la presenció – aniquilando a una treintena de desdichados estudiantes de diferentes culturas y realidades.

Mientras aquello acaecía, en esta parte del mundo yo estaba de Shopping en una interesante Boutique de mi Ciudad. Consumiendo y siendo todo aquello que este Koreano odiaba. Me dije: bueno, al menos acá, en el culo del mundo, esa bala chistosa de los sicópatas no llegará. Y seguí comprando con una desfachatez de gay ultraderechista, que ni me percaté de ese hombrecito rojo parpadeante, que alumbraba al otro lado de la acera.

Terminé en el hospital con puntos por aquí y puntos por allá. Con la cara hinchada y la noticia de fondo del Sicópata del Virginia Tech. Estaba asteado y adolorido, y sin que la enfermera se diera cuenta me levanté a fumarme un porro. Uno de esos de cosechas fermentadas y prensado en miel: exquisito y surrealista (aunque para mí Macondo quedó chico y Mcondo engorda). Obviamente me pillaron. Mi novio estaba de ataque y yo con una sonrisa, que a ratos se metamorfoseaba en una paranoia sicodélica. Gritaba: que tanta guea por esos gringos que se murieron. En Afganistán mueren niños todos los días, en Asia venden mujeres que son esclavas y en África los diamantes matan al año a cientos de personas (bueno eso es lo que sale en la película). Y treinta y tantos gringos son más importantes. Claro está, que nadie se dio el trabajo de prestarme atención, pues no había razón de escuchar mis sandeces de sudaca rabioso.

Me tildaron de insensible. Aunque el problema que subyace de fondo no es la insensibilidad, ya que constantemente, todos los días, somos indiferentes al sufrimiento de los otros. Así pues si todos los días un sicópata entrara en una universidad y matara a unos cuantos, al cabo de una semana nos daría lo mismo. La noticia no sería otra cosa, que una antigua imagen que se hace costumbre. De hecho, sin ir tan lejos, en nuestras ciudades mueren personas injustamente todos los benditos días. Los asaltos, los robos, las violaciones, los descuartizamientos, la sangre y más, más sangre nos entretiene. Por supuesto, para quién lo entiende así como yo, son tildados de anormales. No será que todos tenemos esas ganas del Koreano loco. Pues no es de extrañar, que todos hallamos imaginado asesinando a alguien. Ni siquiera el papa está libre de tales pensamientos, ni aunque rece millones de veces, igual ese Caín se le mete hasta por los poros de su piel. La sangre llama y mueve nuestras vidas.

Hace poco vi esa película 300. Lo único que entretiene es ver esos cuerpos moldeados por el gimnasio, esas piernas robustas. Toda la película es sangre y gritos y hombres bellos (que se suponía eran parejas) muriendo. La gente salía electrizada como con las ganas de tomar una lanza y empalar al primero que cruzara con luz roja la calle. Y yo como ando en las nubes de tres colores fui el primero en caer en la trampa. Ser atropellado, para mí es como un tropezón. Los autos me han arrollado antes, así que sé que no moriré así. Prefiero una muerte más divina. Una como la de Nerón, quemando toda Roma. O en una guerra de verdad. De esas cuerpo a cuerpo. Le diría a mi novio que fuese mi compañero y lo defendería con uñas y dientes. Me transformaría en la yegua más embravecida de la tierra. Pobre del que toque a mi novio, porque se encontraría con esta amazona atrapada en cuerpo de macho, lista para destripar al primero que intente tocarle un pelo a mi hombre.

Me quedé dormida con dolor generalizado. Y recuerdo que lo último que vi en la tele fue la cara de ese tal Cho con un martillo en la mano. Me fue inevitable pensar: ¡qué atroz! como se le ocurre tomarse una foto con camiseta negra y sin ningún adorno tipo sicópata. El martillo hizo su juego, pero falto un color de pelo más rebelde. Unos lentes con marco azul cerúleo. Y un poco de delineador rojo, para dar un aspecto más trasnochado. Porque matar a una treintena de personas no se hace todos los días…
Hasta Mañana.
 
posted by Vicente Moran at 12:33 a. m.
2 Comments:


At abril 23, 2007 2:58 p. m., Anonymous Anónimo

A mí casi me comen con patatas en la facultad al comentar que todo es debido a que en los USA se pueden comprar armas en el mismo supermercado... cuestionar a los americanos del norte es facil... pero lo hacen ellos? me temo que si no pasan tragedias como esta no... una verdadera lástima.
Estoy en gran parte deacuerdo contigo