jueves, mayo 25, 2006
Las luces amarillentas alumbraban la bruma que la envolvía. La mano petrificada pidiendo dinero; un dos tres momia y un largo: ¡mamacita ayúdeme por el amor de Dios!. Las monedas cayeron en el recoveco de su palma y esquelética se guardó debajo del chal. Se paró quejumbrosa y retorcida. La alameda estaba vacía y en un recodo debajo de los neones eléctricos, se sentó a contar su sueldo diario, que acostumbrada, rondaba los 50 mil diarios. Sin embargo hoy recaudó sólo 40 mil pesos. Refunfuñó malhumorada, ya que antes la limosna era mejor y maldijo al cielo y al Dios tan poco dadivoso. Piensa en que tendrá que cambiarse de hotel y dejar de comer en aquellos restoranes tan lindos de providencia. En la alcoba la espera un baño tibio lleno de especies aromáticas. Y después una noche fantástica, acompañada de sus pieles y joyas de antaño. Al llegar a la habitación se prepara un buen Wisky a las rocas y se sienta en la terraza del hotel con vista al parque forestal. Saca un Ken 3 mentolado y se lo aspira parsimoniosa, lenta y extasiadamente, meditando sobre la nueva esquina que deberá conquistar con su personaje malogrado. Desde la silla, el disfraz muerto la contempla silencioso y sin dar consejos. El cigarrillo no esparce más cenizas. Entonces se para de su mecedora, toma el “Black code de Armani” y se rocía un poco entre las dos tetas secas. Se coloca su pijama de broderí y encajes suculentos y se acuesta escuchando un tango de Gardel. Es tarde. Afuera la noche recién despierta...
PD: quedé con un gusto a noche...
 
posted by Vicente Moran at 4:24 p. m. 2 comments
miércoles, mayo 17, 2006
El abismo la animaba a saltar. El vértigo bailaba alrededor burlándose de sus debilidades, mientras los neurotransmisores le desordenaban la razón, ya un tanto efímera. Dejarse caer era la solución. Desvanecerse y desfallecer en ese fin sin fin era la puerta de la libertad. Atrás las penas morirían y la angustia lacerante asesinaría por fin a la pasta base, y llegaría triunfante la afable y buena quietud.
Creo que la agarré justo en el momento en que apoyaba un pie en el vacío y el otro aún en la tierra de los mortales. Sus ojos perdidos pedían amor. Un abrazo que absorbiera como esponja cada dolor que no pidió y también aquellos que ella buscó. La tomé de la mano, ese ser que era mi hermana, que a lo largo de tres años se había transformado en lo más pútrido de esta sociedad. En tan sólo un suspiro de la vida, ya había adquirido y engullido desde la indiferencia hasta la locura del mundano vivir.
Mi hermanita algunas noches tirada en la calle, en otras la encontraba vendiendo su cuerpo para conseguir su droga y muy pocas veces fornicando por placer con no sé quién. Y en las últimas, tan sólo tirada como un estropajo o andrajo humano. Nadie la reconocía, todos se habían dado por vencido en salvarla. Era tan irreverente que daba miedo y en vez de acercarse a besarla todos arrancaban. Fue así como la soledad se depositó como fiel compañera a su frágil y magullado lado.
Yo en mi vida, ella en la de ella y todos felices caminando muchas veces sin rumbo; sin embargo, aún sentía que le quedaba un fragmento de luz, una llama exigua de vida. Quizás por eso la contuve con mis brazos de hermano mayor, durante su última noche.
Yo nunca me imaginé de chico la vida sin ella. Cuando la veía caminar chiquita con su cara de muñeca, me llenaba de alegría saber que aquella criatura tan bella era mi hermana, y aunque ahora su figura este dañada y poco agraciada, sé que eso se puede arreglar. Yo siempre me la figuré como una mujer llena de proyectos, con un futuro promisorio y repleta de conocimientos.
Cuando la agarré era demasiado tarde. Le acaricié su cabellera piojenta mucho rato, le entregué todo mi amor, le dije que como hermano nunca la dejaría sola, que estaría a su lado en todo momento y que no temiera, que mi mano no la soltaría.
Las lágrimas me resbalaban y aunque quería revivirla no pude. Claro, la agarré en mi imaginación, en mi lúdico pensar, de que quizás, podía ser un poco como Dios, para saltar y volar y agarrarla en el aire. Quería volar un rato con ella para darle un paseo por la vida, mostrarle que también podía ser feliz, que ella también tenía el derecho inherente de ser todo lo que quería, y yo seguí pensando en la Desiderata y todo aquello que no hice para evitarlo.
Soy un humano, no un Dios y por ende no volé, no volé nada, sólo me pude arrastrar a su lado y tomarla para estrecharla y sentir su último ir. Se fue con sus ojos de marroquí abiertos, verdes como los prados del sur, y plantados en su piel aceitunada. Hacía frío en la ribera del río. Estaba heladita y risueña. La caída desde el puente no la había matado en el acto. Preguntó irreverente: ¿quién es usted?. Yo dije: tu hermanito.
Algunas veces me imagino verla en la calle. Ella no me habla, me evita, me hace sentir culpable de no haberla ayudado.
Ahora somos de dos mundos distintos. Ella del por ahí y yo del por acá. Aunque un día me la encontré en la calle. Era invierno y estaba lloviendo fino, casi como un rocío perfumado del litoral. Venía hacia mí muy linda. Con su cara llena de risa. Yo me asusté demasiado y estuve a punto de cruzar. Era imposible que mi hermana caminara por el parque. Pensé que quizás era alguien muy parecido. Pero no, era ella en carne y hueso. Entonces me preparé para el encuentro con una de las personas más queridas por mí. Antes de cruzarnos paré en la acera y espere para que gritara mi nombre. Y paro en seco, como enfrentando a su hermano. Con su energía atronadora levantó la mano para acariciar mi rostro y besar mi mejilla derecha, que estaba helada y que de inmediato sintió el calor de su vida eterna. Ella atisbó cuidadosamente mi semblante y dijo: hermano mío yo también te amo.

PD: dedicado a mi hermanita, que un día casi se pierde en los recovecos de esta ajetreada vida.
FIN
 
posted by Vicente Moran at 8:11 p. m. 7 comments
viernes, mayo 12, 2006

Las mañanas son las mismas de siempre. Mis ojos pegados con las legañas ocres de mis lágrimas. El espejo trizado dibuja mi cara que desearía no tener. Y el futuro incierto de los desamparados es como la hiel amarga que emana de mis entrañas. Siempre sostengo entre las manos a “Marianela”, aquel libro sagrado de amor famélico para con los desdichados. Lo lanzo lejos y me pregunto mil veces: ¿porqué nací?. Y mil veces la respuesta es nula, simplemente un silencio lúgubre que brota de mis neuronas. Un caos generalizado entre odio y autocompasión.
Autocompasión al revisar atento la revista “Caras” o “caritas”, que me patea donde más me duele: en el ego destrozado por la belleza cegadora de aquellos afortunados. En esa magnífica y famélica belleza. Es entonces cuando me cuestiono por donde empezar, si todo, absolutamente todo corroe para los que somos fantasmas de mil óperas supremas.
Mis óperas serían un exceso, un grito apabullante ribeteado de dramatismo teatral. Así que es mejor, que acate la orden de las campanas a medio día e insertarme bajo el subsuelo, en las húmedas mazmorras de mis catedrales, y bajar confundido entre las bondadosas gárgolas, para disfrutar de las luces fantasiosas (cegadora) de los bellos. Por las tardes sólo leería, releería y rerreleería escabullido en la quietud, vestido de monje y en compañía del olvido y el rencor.
Rencor amasado con dulzura. Una receta venenosa que jamás me saldría, porque al segundo día volvería necesitado de las manos amigas, que acarician con rechazo esta amalgama de humano que soy. Esta tontería del azar que el mundo vio nacer. Este demonio en potencia, reciclado en un ser humano vuelto a nacer.
Nacer de nuevo. Volver a la inocencia primigenia, aquella donde todos “aparentemente” somos iguales. Volver al ronquido estertóreo, que precedía al sueño de la verdad. Donde las fisonomías se mezclan y cocinan con el mito. Por eso cuando era chico el espejo me dejaba ver mi belleza, tan única y rara.
Rara es mi imagen. Extraña y hasta mitológica diría yo. Pertenezco al mundo fantástico de “Tolkien”. Quizás sea pariente cercano de los centauros y los unicornios. Quizás el amor de mi vida sea un elfo encandilado por mi sabiduría asimétrica. Por mi elocuencia e inteligencia. Y yo feliz por tocar ese suave cuerpo, ese rostro perfecto. Mis manos temblorosas, y un clímax debutante.
Asimétrica es mi apariencia, discordante y llena de imperfecciones, como si a “Miguel Ángel” le hubiesen encargado un ser inexistente. O tal vez "Van Gogh" con sus ojos dichosos vio en mí colores inexistentes. Sin embargo, ninguno imaginó, que un día existiría su obra de arte en mi persona.
Mi persona frente a la realidad y no a golpes para con los sueños. Mi persona tras las letras sin sentido. Viviendo o sobreviviendo al latigazo sin compasión, que la vida me ha ofrecido. El karma estúpido de los hindúes. ¿Habré sido tan malo en mis vidas pasadas?. Ni siquiera nace en mí, la idea del castigo divino, y aún así cada día me pregunto, ¿dónde está mi lugar?.
El lugar que deseo es simple, en medio de la sociedad, junto a un ser amado, tocándome con dulzura y sonriendo de felicidad, al enterarse, que en sus brazos yace el hombre que más lo adora.
Y adorar no como a los dioses (tan irreales e imperfectos), sino como devoción perpetua, fraguado en la esencia de nuestra existencia (la mía y la del afortunado a quien yo ame).
Reacciono con un escalofrió intenso a las baldosas del baño y el espejo aún sigue trizado. Me aburro de esa realidad.
Aquel domingo compré un nuevo espejo. Uno de cuerpo entero. Me observé detenidamente. Las huellas de las malformaciones y siguen intactas, como papiros milenarios, escritos jeroglíficos ininteligibles o misterios propios de mi persona. La cuenca vacía del ojo que perdí queda adornada con el azul zafiro que adquirí y la mirada perdida en la luna. Mis labios finos o lo que quedaron de ellos se pelean con la barba rala tirada al achunte. Mi nariz radiante con aquella perfección de boxeador borracho. Y así prosigo con mi cuerpo, cada parte con su cuento.
He decidido salir y todos me miran y sé que ven en mí, un ser único, tal vez un sueño hecho realidad. Y lo sé porque escuché: mira papá los duendes existen, mira mamá los gnomos existen, mira mamá un ser mitológico. Ése soy yo, esa belleza única, que puede que jamás nunca se vuelva a repetir y que haye en mí la extinción.

PD: ¡en qué momento ese espermatozoide sicótico fecundo al malogrado óvulo!.
Dedicado a los Drag Queen, a mi padre quemado en Korea, a los niños victima de las guerras y los nacidos con malformaciones en Chernobyl.
Las fotos son de niños después del desastre de Chernobyl.
 
posted by Vicente Moran at 12:41 a. m. 6 comments
martes, mayo 09, 2006

Tomando unas cervezas, las palabras arrugadas y sin digestión mental invaden las fauces de cualquier energúmeno. Aquello había pasado con mi amigo, que está pronto a viajar a la civilizada y fría Alemania. Ahí estaba este ente destrozado por años de sufrimiento. Un llanto supremo e inaudible para los mortales felices, que no podían comprender – al menos yo no – que sus ansias exitistas yacían en su capacidad de entender lo que para él era ser feliz.
Mientras yo me situaba desde mi podio de mierda, que me da cierto estatus intelectual sin más, mi camarada escuchaba la conversación absorbido por un odio leve pero en crecimiento. Al final explotó y comenzó a increpar todos mis defectos: siempre se hace lo que yo digo, mi personalidad es fuerte y por ende juzgo sin saber a mis congéneres, que pudiendo defenderse callan como idiotas sin neuronas.
Claro, escuché sin inmutar con perplejidad. Mi cara de paciencia que debió aborrecerle, mientras esperaba que botara toda su codicia y todo su ímpetu torpemente gastado.
El problema es complejo, más para un individuo que se zambulle en amoríos homosexuales y de vez en cuando (muy a lo lejos) en relaciones heterosexuales impuestas por este sistema de oferta y demanda.
Su felicidad está enmarcada en el triunfo laboral. En poder gastar sin miramientos un dineral en aquel restaurante (aún cuando sepan precisamente lo que es ser pobres) de moda, o en desembolsar miles de pesos en una noche fatua del Bunker.
Entonces vienen a mi mente tantas interrogantes. Luego de lograr aquellos paradigmas del capitalismo: una vida llena de pelotudas maravillas, ¿qué vendrá?. Quizás la búsqueda de la mujer ideal, aquella que sea bella y materialista. Una que no le interese que su hombre tenga otro hombre. Ella a su vez también tendrá su contraparte.
Sin querer mi estimado amigo abrió su boquita para ser un elocuente cacofónico, un versátil de la mierda, un narciso prehistórico, un jugador arriesgado de la montaña rusa neoliberal, que conduce al agujero negro de la perdición emocional.
Aquella tertulia fue necesaria para entender que quizás yo soy el deslenguado, que no escatima en decir: ¡qué guea más rara eres tú!, ¿qué mierda estás haciendo con tu vida?, ¿Para qué andas sacándole dinero a los desposeídos para tu bienestar?, ¿En qué momento la prostitución dejó de ser sólo por supervivencia, y se transformó en un gusto loable de tu vida?. ¡En que estabas, que vendiste la dignidad por hambre: guerrero miedoso, MARICÓN DE VERDAD, cobarde siniestro!.
Tal vez yo aún no entienda que la fórmula es vender y comprar, comprar y vender y nada más. Lisa y llanamente no hay nada que filosofar. Y si Yeltsin me viera con mi cara de sudaca, me invitaría a tomar un corto de vodka en su fría Siberia, sólo para abofetearme sin miramientos de por medio, con su mano grandotota, colorada y fría. Para luego gritarme junto a Bolaño: La magia mariquita, la magia maricona, la magia fleto. Es la magia lo que le falta a la fórmula.
A mí me quedaría en la psiquis, que es la magia de los sentimientos lo que le falta a la maldita fórmula; sin embargo, luego de un tiempo se me esfumaría de la mente y sería un compatriota del nuevo mundo, que mi amigo ayuda a construir.
Por lo tanto y a modo de conclusión, una solución sería vivir en la misantropía que a veces me caracteriza. Alejarme dentro del caos, pasar por el loco anarquista y vivir “feliz” en las cloacas lumpen de mi globalizada ciudad.

Dedicado a mi Amigo. Tú sabes bien que entiendo, que no seas tú en todo momento, por razones laborales, etc. Creo que comprenderé cuando no me invites a tu matrimonio, ni siquiera yo tendría las agallas suficientes para verte sufrir tanto. También respeto en como logras tus metas y como ves a los que te rodean.
Cuídate y te quiero mucho, Vicente.
 
posted by Vicente Moran at 2:11 p. m. 1 comments
jueves, mayo 04, 2006

Aaayyyy los velatorios. Del que más me acuerdo es el de mi bisabuela. Era como una santa, chiquitita y bien españolá, aunque más chilena que porotos con longaniza de Chillán. Cuando se murió se junto la media tropa de gueones. Ví a mi primito casado, el mismo que me inicio en el arte amatorio de la pichulita (has un flash -back y borra el garabato). Así que el velatorio fue una verdadera fiesta. Recuerdo que terminé borracho y riéndome con los millones de primos y primas que tengo. Cuando fuí a ver a la "Chela" al cajón parecía brujita de porcelana y me dije: por la mierda Mama Chela, pa´que te muriste (así bien chulito). Caminé por la playa de antofagasta (mejor dicho entre los roquerios) y lloré un poquito. Después bailé unas cumbias en el velorio y al día siguiente la fuimos a enterrar entre gritos de urra y aplausos, ya que esa tatarabuela fue la mejor persona que he conocido. Una mujer que nació en el siglo pasado, que jamás estudió, que su padre marino la dejó botada con esa familia española cuica y malvada. Ella como cenicienta se casó ilusionada a los 15 años. Tuvo más cabros chicos que la cresta y le sacaban la mierda (su malvado marido) hasta por si acaso. En resumidas, la Chela fue uno de los seres humanos más iluminados e inteligentes que he conocido. Poseedora de esa brillantes de la cual yo aún soy un Neardental, simplemente una evolucionada. La última vez que estubimos juntos fue en Ayquinax, un pueblo altiplánico de la segunda región, donde se celebra una fiesta religiosa (como la tirana pero más linda). Íbamos del gancho detrás de la virgen de guadalupe, ambas devotas y puras, con nuestros tules de broderí y cantando "María en plenitud". En una de esas se me fue la mirada, porque un bailarín de piruetas acrobáticas pasó junto a mí, lanzándome una miraba ruborizante. Y mi bisabuela nada de pailona, me dice: cuídese hijo po, que no lo quiero muerto. Yo me reí complice con mi bisabuela y seguimos la procesión como bisabuela y bisnieta, algo así como la síntesis de la dinastía de las "Plazas (su apellido)", sólo que yo había nacido machito, por equivocación. Después nos fuimos a Antofagasta y nos despedimos en la playa tomando tesito con pan con mantequilla, ya que ella fue siempre muy humilde (por convicción y no por necesidad). Ambas frente al mar cagadas de frío y juntitas para abrigarnos. Ayyyy Chelita que no daría por estar así otra vez.
En cuanto a mi Velorio, quiero que mi novio me vista de rojo furia. Que me lave mis partes pudendas y me coloque harto fufume (perfume). Quiero que donen mi pichulita, para por lo menos ser mujer real en el ataud. Quiero estar llena de alajas (aunque no me de ni cuenta), como perlas y rubíes. Me encantaría que tocaran una milonga porteña y que los hombres ya no tubieran miedo de bailar abrazaditos y calentitos. Además deben estar todas mis amigas cotorras pelándome de lo bella y bífida que fui. De lo sarcástica y veleidosa y de paso que me cantaran: Pantera en Libertad todas gordas y feas. ¡Ah! y me moriría de cancer (a las mamas) bien delgada y estirada.
A mi esposo sé que lo mirarán con ojos deseosos las diabólicas y bellacas de mis contemporaneas, sin embargo, yo me encargaría que lo dejen tranquilo penándolas todas las noches.
Sé que será lindo, aunque le pediría a la energía (entíendase por Dios) que me otorge alas rosadas traslucidas y tornasoladas, para más bien ser como un hada linda y brillosa. También una buena voz para cantarle a mi esposo antes de que vaya a dormir (porque ahora canto como la mona) y eso no más.
Yaaaaa me voy. Y mañana veo la ortografía que ahora me duelen los ovarios. jajajaja
 
posted by Vicente Moran at 6:25 p. m. 4 comments