jueves, agosto 31, 2006
Cada cinco años una guerra comienza. La ONU ha decidido que los chimpancés son personas y Chile naufraga en medio de los imperios gigantes, que no saben que existe como país. Jorge posee dos trabajos. A las 5 de la madrugada y hasta las 10 de la mañana es chofer de un camión recolector de basura en Vitacura. Almuerza una marraqueta y a veces no alcanza ni siquiera, a darle un mordisco. Su hermana espera hasta que llegue a las dos de la tarde y parte a la universidad. Jorge sigue siendo el padre sustituto y desea que ella termine de estudiar...

La realidad virtual es el nuevo vicio del 2016. Julián tiene su propio programa. Uno ambientado en el año 2011. En aquel sueño se imagina junto a Jorge. Ambos comen sopaipillas y pasan horas hablando sobre las recetas que la madre de Jorge le dejó antes de morir. La vista panorámica desde el piso 60 del edificio costanera es desoladora. Es invierno y las montañas no tienen nieve. La temperatura es de 24 grados Celsius y el calentamiento global ha eliminado a buena parte de la biodiversidad. Ya no queda energía y Julián está a cargo de los vienes de ENAP, que son sólo un montón de toneladas de carbono no emitidas y vendidas en millones de dólares al nuevo imperio mundial. China...

La inteligencia artificial es elitista. Y mientras la mitad del mundo se muere de sed, un cuarto subsiste en los países eternamente en desarrollo, como el nuestro. Y el otro cuarto es rico, tan rico que poseen la misma cantidad de población en robots, que apalean la soledad masiva que se ha establecido en sus vidas. Jorge no sabe nada de aquello y sólo espera que aparezca nuevamente la sonrisa evasiva de aquel chico de rizos dorados. Sus amigos preguntan cuando se casará y dos chicas están perdidamente enamoradas del Jorge trabajador y luchador. Recoger la basura le sirve para atisbar entre los grandes portales de los ricos. Tiene esperanza que algún día en un jardín de plástico aparezca Julián. Cuando no lo encuentra, vuelve a su trabajo de sopaipillero y lanza la última sopaipilla al Mapocho, que está seco y que es el nuevo basurero de Santiago...

Una mañana gris Julian decide terminar con la historia. Las noticias en 3D anuncian que ha sido avistada una ballena moribunda en el contaminado Atlántico, quizás la última de su estirpe. Julian queda meditabundo. Una voz onírica le insta romper todo y lo hace. Toma un cuchillo de láser y elimina el Chip de ubicación inserto bajo la piel de su pecho. Una mancha roja tiñe su camisa y sale corriendo como loco en dirección al antiguo mercado central, que ahora no es más que una zona sin ley. Al llegar una vieja recita poesías de Mistral. Nadie la escucha y los versos se mezclan con el aire cálido del otrora gélido invierno. La señora le dice que se vaya, que ahí lo matarán. Y él pregunta donde venden sopaipillas. Ella ríe y dice que el último sopaipillero está en la ribera norte en independencia. Le dice, que Jorge se va a las 8 de la noche todos los días.

La luna se ha acercado al planeta. Marte ha sido colonizado y lo están reforestando. Han fundido los casquetes polares y ríos han emergido en el rojo e inhóspito planeta. Jorge ve en las montañas la punta de una luna menguante. Se acicala el cabello. Apaga la cocina y cierra su negocio como cualquier otro día. Agarra la última sopaipilla. Su brazo se alza tapando la luna y cuando está presto a lanzar por los aires la promesa de su amor. Una mano cálida lo detiene y le dice que aquella sopaipilla es de él.
La luna ilumina Santiago en su vastedad y bajo él único Jacarandá que va quedando están Jorge y Julian. Julian se come la sopaipilla mientras relata todo lo que aconteció antes que decidiera ir en su busca. Jorge lo mira lleno de felicidad. Sabe que ya no lo perderá. Su único sueño es una realidad. Toma su cara y la besa con pasión desbordante. La luna sonríe craterizada y una brisa fría los baña y los acerca para abrigarse mutuamente. El jacaranda florece súbitamente y sus pétalos caen sobre sus cabezas. El invierno los saludas y los deja rápido ante de que muera...

Y los años pasaron. La Tierra está deshabitada, seca y un extraño color Marrón la cubre. La humanidad guardó en bancos genéticos toda la biodiversidad. En pequeños Chips subatómico, insertos en esporas bacterianas, está contada toda nuestra historia. Jorge y Julian atraparon la atención de un Belugiano, que absorto leía el relato de estos dos hombres que esperaron años, para recién percatarse que se amaban locamente. El Belugiano extrañado llamó al comité científico para una reunión de urgencia. Al parecer una paradoja surgió en las mentes de estos seres emparentados lejanamente con los humanos. Cuando todos estuvieron reunidos el Belugiano, que había estudiado una de las esporas literarias, dijo: Al parecer estábamos equivocados. Los seres humanos tuvieron un atisbo de encontrar el camino hacia el desarrollo superior. ¿Cómo fue posible, que en criaturas tan primitivas el amor sin fines reproductivos existiese?. ¿Podría ser que muchos de ellos hayan descubierto que los dioses antropomorfos son falsos y que la divinidad como tal, sólo es aquella energía expansiva creadora de la vida, que en este caso dio lugar a un concepto abstracto superior llamado amor?. No lo sabremos nunca; sin embargo, si descubrimos que Jorge y Julian no descansaron hasta buscarse el uno al otro. Quizás compañeros deberíamos regenerar esta especie nuevamente en otro planeta, y determinar si son capaces ahora de virar en la dirección correcta. No es función de nosotros enseñarles respeto por la diversidad o hacerles comprender lo que es la energía. Sólo ellos podrán encontrar sus respuestas.

Y todos los Belugianos votaron en silencio para volver o no a la vida a esta fascinante especie, que logró guardar para la eternidad la biodiversidad de su planeta y su historia...

FIN

PD: volveré a los cuentos locos, esto es muy complejo...

 
posted by Vicente Moran at 8:16 p. m. 5 comments
lunes, agosto 21, 2006
Cinco años y las cosas han cambiado. La línea cuatro está lista. Chile dice ser desarrollado y aún no se le da un pedazo de mar a Bolivia. Por mientras Jorge termina de trabajar a las 11 de la noche en la misma esquina, que lo hiciera su madre cuando aún estaba viva. Hace tres años Jorge se hace cargo de su casa y de sus hermanos chicos. La prueba de historia que no pudo dar, no le quitaron los sueños de encima. Así que su único vicio es comprarse libros en Lastarria, ahí donde locos y bohemios se mezclan en mosaico perfecto...

La clase de Economía deja con las neuronas atiborradas y cansadas a Julián. Afuera las micros no han cambiado y el plan transantiago fue un gran fracaso millonario. Mientras va camino a su automóvil se pregunta que mierda hace en esa carrera. La artes estaban vedadas para él. Los padres, exitosos gerentes, no se ven con un artesano entre sus filas. Sin embargo, un algo más oprime su corazón. Julián aún es virgen...

A la casa de la Pintana un aire cálido la inunda cuando Jorge llega y sus hermanos lo esperan con la comida caliente. El rol de padre no le cae bien. Come en silencio las lentejas que preparó la noche anterior. Lava los platos meditabundo y perdido en un mundo lleno de sueños. Saca un morrón y lo pica fino. Se corta un dedo y su hermana le pregunta qué le pasa. No le dice nada y le pide el arroz. El aceite caliente dora los granos de arroz. El agua hierve y el ruido que hace al entrar en contacto con el aceite lo saca de su aturdimiento. Mañana será otro día...

El sueño sicodélico lo lleva al pasado. Siente el olor de las frituras del mercado. Se sienta en la acera y un muchacho de rasgos prehispánicos se le acerca. Lo agarra por detrás y lo da vuelta. Quedan tan cerca, que el olor a sopaipilla penetra raudo por sus fosas nasales. Se erecta y el muchacho lo aprisiona aún más. Sus labios se rozan y las manos duras del extraño lo acarician. Siente los dedos enredados en su dorados cabellos. Despierta mojado, sudado y con el pijama manchado. Se levanta enojado y lava durante la madrugada la prenda con rabia e impotencia. Luego él también se baña durante dos horas seguidas. Decide que mañana irá a la iglesia...

El reloj se descompuso y despierta a las 6 de la mañana atrasado para llegar al trabajo. Despierta a todos y prende el televisor. Sus hermanos chicos pelean. Y del único baño su hermana aún no sale. Se pone furioso y les grita a todos. Jorge no alcanza a bañarse. Les deja preparado un pan a cada uno de sus hermanos con margarina. En la tele la Tonka, un poquito más vieja, dice que será mamá. Jorge llega al mercado y ve que su carrito está intacto. Se pone a freír. Se come dos y tres le da al manolo, que cuida los carros sopaipilleros durante las noches. Las horas pasan y el sol no se ve. La contaminación sigue ahí. Santiago aún es gris...

El celular de último modelo, los dos relojes y la nana se olvidaron que Julián tiene una cátedra a las 8 de la mañana. Despierta a las 9:30 y ya no hay nada que hacer. Está desazonado y con las ojeras marcadas por el sueño. Toma su coche y parte directo al centro. No toma la costanera. Está aburrido de pagar y demorar el mismo tiempo hasta plaza Italia. Decide lo inevitable y baja hasta José Miguel de la Barra. Quiere ir al Museo y ver las últimas exposiciones. El museo fue agrandado y ahora posee nuevas salas que corren subterráneas por debajo de la calle. Julián se siente sosegado. Algo en su interior le murmulla que ahí hay paz. Muchos ojos lo atisban y aunque la insipiente necesidad sexual no ha despertado se sabe apetecido...

Los trabajadores bajan a comer. A Pancho le faltan todos los dientes. El Negro tiene cirrosis, pero aún lo contratan para las excavaciones eternas de la ciudad. El Bicho está enfermo y se quedó en la casa. Al Tilo lo metieron a la cárcel por maltrato infantil y todos están tristes porque un accidente laboral se llevó al “Loco Maria”. La Maruja le pide pebre y Jorge sonríe por primera vez en la mañana. Le encanta que la Maruja con sus tetas falsas le coquetee. Le cuenta que la noche anterior se hizo 200.000 mil pesos acostándose con un embajador y dos directores de importantes empresas. El Jorge le cree. La Maruja debió se mujer por lo linda. Simplemente la naturaleza le jugó una mala pasada. La Maria Cahuín le está gritando y el no le presta atención. Le espeta que no es un pulpo y que tiene dos manos no más. Al final se da vuelta y sus ojos se encontraron con los de Julián. Lo reconoció inmediatamente. Antes de que Jorge le gritara, Julián dice que esperara. A Jorge no le queda más que hacerse el gueón y sigue atendiendo...

Sus ojos no se desvían de sus manos rápidas y arrugadas. Sigue cada movimiento felino. Se pregunta cual será su nombre. Un grito desde la otra esquina llega a sus oídos y observa que Jorge levanta la vista, sin antes desviarla y dejarla por un momento finito fija en los ojos llorosos de Julián. “Jorge”, y repite las dos sílabas trapeadas en su mente, para que nunca más se le olviden. Y después un codazo lo despierta. La María Cahuín quiere comprar, pero él está primero. Julián saca 200 pesos y se los pasa a Jorge. Jorge estira la mano temblando y los recibe evitando tocar las manos blancas de Julián. La Maria lo empuja de nuevo. Las manos chocan y ambos sonríen. Las sopaipillas estaban calientitas y crujientes. Le colocó mucho pebre y mostaza. Y aunque le picaba mucho y la boca le dolía, sólo quería quedarse ahí un rato más. Al terminar se despidió y el negro grito, que se fuera el cuico maricón. El Jorge le mandó un combo al voleo y le pidió que no le asustara la clientela, ya que era él el sustento de su familia. Ese día jorge volvió feliz a su casa y se puso hacer calzones rotos para sus hermanos...
 
posted by Vicente Moran at 8:48 p. m. 2 comments
sábado, agosto 12, 2006
En las frías mañanas de la Pintana Jorge se levanta con una esperanza volátil. Su madre desde las 5 de la mañana está preparando la masa de las sopaipillas que vende cerca de la estación Mapocho. Jorge se sienta y se come una con el rico pebre que ella prepara. El té está hirviendo y espera que se enfríe mientras observa embelesado el ir y venir de las manos de su madre, que amasan suavemente recordándole los mimos juguetones que le hacía cuando pequeño. Antes de despedirse su madre le dice que no tiene plata para la micro y él con un beso se despide tomando la mochila para partir. Ella lo alcanza en la puerta y le pide que llegue temprano, porque necesita conversar con él...

8 de la mañana en las Condes y Julián reclama que no desea ir a su colegio, ya que no estudio para la prueba, por estar jugando el último juego, que su padre le trajo de Estados Unidos. La nueva nana peruana lo trata de animar para que tome su desayuno: unas tostadas integrales con mermelada casera, traída del fundo de sur, un jugo natural de naranjas recién exprimidas y un tazón de cereales Milo con leche semidescremada. Finalmente su madre lo saca a la rastra de la cama y de un zamarrón le dice, que sino se apura no lo irá a dejar al colegio. En el auto su madre, una ejecutiva exitosa y rica de un banco igualmente exitoso y rico le comenta que el próximo año podrá ir a su colegio en bicicleta gracias a las nuevas ciclovías, que se están construyendo...

En la calle los perros han destruido las bolsas de basura y uno de ellos anda jugando con los papeles con caca y una toalla higiénica. El ambiente triste y gris le regala a Jorge una visión sonámbula de su población. A lo lejos escucha el llanto de una guagua y le causa risa los graffittis que los cabros pintan en las paredes. Al menos él entiende esa enrevesada escritura, que es lo único que adorna su entorno. Aquí nada de ciclovías, nada de parques con árboles frondosos, nada de juegos para los cabros chicos, pero si muchos grafittis. Se para en la esquina a esperar la micro para ver si el chofer se apiada y lo lleva, sino tendrá que mandarse la interminable caminata por las calles inertes de su comuna...

Mientras la madre de Julian maneja, éste le pregunta por qué cerraron el parque que llega a los dominicos, donde él acostumbraba a hiphopear y andar en skate. Su madre taciturna y un poco enojada le dice que debe leer al menos uno de los 5 diarios, al que están subscritos, y que ahí encontrará la respuesta. Julián le hace una pataleta, le reclama que a él nunca le ha gustado leer y que mejor le diga sino se baja ahí mismo y se va caminando al colegio. La madre le contesta que están construyendo el metro y que no reclame, ya que puede ir a otros parques de su comuna...

El chofer le dice que no lo llevará, y que no le vaya a pintar la micro sino le pone un balazo en el culo. Jorge se enoja y le contesta con un rosario eterno de chuchadas, que terminan en un buen “Viejo Concha de tu madre”. Comienza a caminar rápido para no llegar tan atrasado al colegio; sin embargo, igual se demora más de 45 minutos y el profesor le pone una anotación, le dice que sea la última vez, que tiene que esforzarse más. La sala está gélida y sus mesas están rayadas. Jorge saca su único cuaderno y se pone a escribir, que Chile es el país más desarrollado de Latinoamérica y que para el bicentenario habrán miles de obras, que hermosearán nuestro país (y jorge se pregunta, que donde mierda está toda esa belleza)…

La madre de Julián estaciona su Porche a la entrada de Saint George y le da un gran beso amoroso a su hijo. Este la aleja y le pide que no vaya a la reunión tan pintada, que parezca más mamá y le avisa de pasada que necesita el nuevo notebook, que salió al mercado, aquel que trae cámara integrada y que se abre con la huella digital del usuario. En clases sus compañeros están preparados para la salida en bus hacia el centro de la capital, ya que la clase de historia será en terreno y tratará sobre los edificios y lugares históricos de Santiago centro…

A las 2:30 de la tarde Jorge sale hastiado de la última clase, con un profesor que dicta todo y que a lo lejos se le nota, que no desea ese trabajo. Jorge no escribe nada y prefiere ocupar ese tiempo en escribir un cuento. Una vez en la calle sus amigos le invitan un pito para hablar guevadas. Le dicen que irán al centro a bolsear a los transeúntes, y Jorge acepta acompañarlos, pero sólo para aprovechar de ver a su querida madre y robarles unas sopaipillas con ajicito. Esperan la micro y se suben a la mala no más. Todos saltando. El chofer se asusta y parte con cara de drogadicto reincidente…

Julián llega a la verdadera Capital. Todo es como un safari. Las minas están todas espantadas y asustadas cuando pasan caminando por el costado de la catedral. Una reclama que está hediondo y otra le pide permiso al profesor para volver al bus. Julián se caga de la risa y les dice que porque no van al mercado, que le han contado que es de lo más pintoresco. Al llegar, se queda desilusionado. Julián se imaginaba un mercado como el que vio en Amsterdam en la plaza, o como el de Estocolmo que está bajo tierra. En cambio, éste era sucio y con olor a pescado eterno. Aunque por dentro lo encontró más lindo, y las niñas opinaron que había gente linda comiendo en los restaurantes...

La madre de Jorge estaba ocupadísima mientras repartía las sopaipillas a todo el público obrero, que en ese momento estaba almorzando. Cuando atisbó al morenazo de su hijo, una sonrisa melancólica se dibujo en sus gruesos labios. Jorge le dio un potazo para que se moviera y lo dejara a él trabajar un poco, así al menos su madre tendría un tiempo para comer. Y mientras con una mano freía las sopaipillas en el aceite caliente, con la otra daba el vuelto. Entonces le pregunto a su madre, que era lo que le iba a decir. Ella le respondió que mejor se lo contaba en la noche. En eso un tipo prepotente le dijo, que si iba venderle una maldita sopaipilla o tenía que rogarle. Jorge lo miró fijamente y le espetó con escupo y todo, que se fuera a la chucha, que él no atendía a cuicos culiao…

En la entrada del museo de la estación Mapocho Julián estaba rojo de rabia. Reclamaba que un punga de mierda no había querido venderle una puta sopaipilla y que estaba apestado de estar en Santiago centro. No deseaba entrar a la exposición de los tres grandes de España y sólo deseaba volver a casa…

En aquella noche jorge había preparado las onces para esperar a su madre. Esta finalmente llegó a las 11 de la noche, con su carrito y el pan, que había comprado para comer. Se sentaron todos, la madre y los 5 hermanos. Jorge como el mayor tomó la iniciativa y comenzó una conversación banal, para alegrar la vida de su vieja. Su madre lo miraba ida y cabizbaja, hasta que jorge le preguntó sobre lo que más temía y sin que su madre abriera su boca supo lo que diría...

Los padres de Julián habían asistido a un cóctel, que organizaba el club de lectores privilegiados de la Revista “Que pasa”. Así que la soledad se le metió por debajo de la piel y buscó la compañía de su hermana mayor. Macarena había salido con sus amigas al mall Alto las Condes a comprar un regalo para su amiga Catalina, que cumpliría 16 años el próximo mes. Así que fue al Garage de su casa, sacó su bicicleta mountain bike y se fue andar por la ciclovía, entre los bellos parque, los bellos restoranes, las bellas plazas y los bellos edificios de las Condes…

Al día siguiente Jorge no se levanto a las 7 de la mañana para ir al colegio. Sino que se despertó a las 5 de la mañana y le dijo a su madre, que durmiera un poco más. Agarró harina entre sus manos y puso un buen poco en el mesón. Hizo una salmuera amarga, molió los zapallos ya cocidos y con aceite usado se puso a juntar los ingredientes de las sopaipillas. Quizás no le quedarían buenas de primera, pero sabía que practicando mejoraría. De todas maneras a sus 13 años, aún era joven para volver a estudiar. Por ahora ayudaría a su madre, quizás asaltaría a un cuico maricón como aquel del día anterior, para comprarse unas buenas zapatillas, tal ves vendería un poquito de jale para comprarle una tele nueva a la vieja, y hasta puede que se incrimine por ahí. Jorge no lo sabe, y mientras amasa lo que será su nuevo trabajo, por lo menos por un año, su otro yo piensa, que pasado mañana tenía prueba de historia, que había estudiado harto y que por culpa de la plata no podrá darla...
 
posted by Vicente Moran at 3:45 p. m. 6 comments
martes, agosto 08, 2006
Hace unos días leyendo un tratado de Budú topé con una receta de magia blanca, para que su hombre siempre piense en usted y en nadie más, especialmente cuando se encuentre lejos de su cuerpo.
Todo es bastante simple, sin embargo, debe ser hecho con amor y lujuria. Primero que nada debe estar desnuda y su cuerpo recien bañado y perfumado. Luego en la cocina y a la luz de velas aromáticas energizantes debe reunir los diferentes ingredientes.
1. Miel, azúcar morena, chancaca, chocolate amargo y dulce y vainilla (si no tiene de esos ingredientes podría hacerse con azucar blanca, aunque no daría mucho efecto, porque ahora no es tan dulce).
2. Además necesita un palito de sándalo, raulí, palo santo, y si no tiene ninguno de esos lo puede hacer con un palo de paleta no más.
3. Luego en el palo debe escribir el nombre de su amado y el suyo con algo caliente: un cuchillo o un cautín.
4. Introduzca el palito en el dulzor del frasco y regáleselo a su amado. Él pensará en usted todos los días con amor.
(El mejor resultado ocurre cuando prepara una mezcla de todos los ingredientes anteriores con un poquitín de su elixir amoroso, que entiéndase como sus humores o fluidos erógenos)
Aveces estas cositas funcionan cuando uno cree. Y como yo soy una sibarita de tomo y lomo, especialmente de las cosas dulces, siempre ando buscando como despertar la lujuria de mi hombre. Así es como la salsa de tomate la preparo con cocoa amarga y una pisca de cobertura de chocolate para darle consistencia. Y si usted, como es malvada como yo, también le puede agregar una pisca de páprika o de merquén. Las mas osadas usan rocoto en la preparación de unos bombones fulminantes, que dejan a su marido turuleque y con la cosa parada por horas persiguiéndolas por las piezas en busca de placer.
En mi caso los imperdibles son unos bombones de lúcuma con quinoa, que a mi marisco lo vuelven loco. Además cuando son derretidos en la entrepierna dejan una untuosidad delirante para hacer el amor.
Ya los dejo y espero que les vaya bien con el hechizo de amor Budú.
 
posted by Vicente Moran at 5:42 p. m. 1 comments
miércoles, agosto 02, 2006
Quizás pensarán que soy un histérico al descubrir en mi cara los primeros atisbos de las arrugas. Sin embargo, aquellas lineas de vida me invadieron con un sin fin de preguntas sobre el futuro que se me avalancha prontamente. ¿Qué pasará cuando mi novio y yo lleguemos a los 50 años y quizás ya ninguno sea tan atractivo, como para despertar pasiones desenfrenadas en el otro?. ¿podrá ocurrir que simplemente los humores sensuales de las características intelectuales abran nuevo abanico de posibilidades de amarse?.
Por ahora no lo sé, y lo único que logro entrever por un orificio más bien estrecho, es que nada está preescrito en el amor entre dos personas. Mientras los evolucionistas nos ven como un mámifero más polígamo, los fervientes creyentes de la monogamia se auxilian en la espiritualidad diáfana, que no obstante, de vez en cuando queda guardada en un gran libro llamado biblia.
Las posibilidades son múltiples, y debe haber miles de caminos que uno pueda seguir, para construir una estabilidad más bien huidiza. Las respuestas a nuestros miedos físicos: ¿porqué la belleza de nuestro cuerpo es tan necesaria para amarnos?. La respuesta a eso es fácil: somos animales, que buscamos entre nuestros coterraneos a los más idóneos, según nuestros requicitos para yacer en la intimidad, y esto no involucra la procreación, ya que en nuestro caso hemos superamos ese enigma, hoy nos podemos amar sin necesidad de procrearnos (sería lindo adoptar a los más desamparados). Entonces, que pasa con aquellos que no lo son. Acaso estarán solos toda la vida, y en algún momento nos reuniremos todos cuando seamos viejos e indeseables físicamente.
En el mundo gay esta batalla contra el tiempo sustenta toda una industria de las cosméticas (en conjunto con las mujeres), que lucra cada año con millones de dólares. Mientras irremediablemente vemos como siguen surgiendo las bellas cicatrices del tiempo en nuestro cuerpo.
Aveces mi novio me pide que baje un poco de peso (pesar 80 kilos y medir 1,78 es sobrepeso), ya que me estoy poniendo rechoncho. Y aveces se me mete en la cabeza de que debería hacer más ejercicio para apretar más las carnes (igual que viejita en jogging). Aunque mi pololo es medio tramposo, porque la final igual terminamos con esquicitas tortas, ensaladas varias y pan de centeno en la mesa (bien mediterraneos). Y sí, creo que cuando me miro en el espejo, veo como un efebo griego pasado de peso, un querubín regordete con la cara plena de felicidad y al lado la felpa peluda de mi pololo con su guatita incipiente (pero para nada insipiente), pero muy portentosa.
Espero verme a los 50 junto a él, y a los 80 también junto a él. Talvez empiece con ejercicios este semestre, la dieta aún más natural (harta verdura, yogurt, leche y chocolates con dulces) y buenos follones a destajo.
Así que la última pregunta va para tí dueño de mi corazón.
¿Qué inventaremos para amarnos cuando ya nuestras carnes y nuestros cuerpos estén más trajinados y nuestras voluptuosidades de Botero, ya no nos enciendan?
- Yo sugiero que tomemos un curso de "Cueca" siempre he querido bailar una "cueca gay" con mi sureño misántropo.
Pd: espero algunas opiniones...
 
posted by Vicente Moran at 5:32 p. m. 5 comments