
Luego cuando fuiste creciendo me percaté que venías con “alterciones”, aquellas divagaciones y preguntas tan de adulta. Siempre tan adelantada y con una intuición femenina sobrenatural. Desde pequeña te interesó el “sexo”. Muchas veces te pillé con tus amiguitos jugando a la doctora. A los 10 años te llevé al sicólogo, de ahí salí devastada, el diagnóstico al final de las sesiones era nefasto, tenía ante mí la hija más loqui de la tierra. Estuve en terapia para aprender a tratarte 6 años. Fue duro hija, porque usted me reprochaba, que yo era una puta cualquiera. Usted rebelde salía en las frías noches de invierno y volvías emborrachada y con olor a droga. Yo lloraba cuando lavaba sus calzones y veía manchas de sangres, mezcladas con una sustancia blanquecina. Ya no eras mi niñita…
También se me escapó de las manos, el haberte advertido de aquel fatídico amor, pues yo también creí en él. Cuando fueron a pedir tu mano, tu padre y yo dormimos tranquilos después de mucho tiempo. ¿Quién iba a saber que volverías como un estropajo usado, ajado y maltrecho del corazón? Aunque no me he dado por vencida. Sé que saldremos adelante y por eso apoyé su ida al lejano desierto. Allá es donde la mujer toma temple. Donde lloran sangre y mean ácido. Allá las hembras se vuelven indomables y salvajes. Allá en la tierra de brujos y estrellas se convertirá en una de nosotras. Renacerás como una extraña Añañuca del desierto florido y llegarás a mí convertida en lo que siempre ha sido. La mejor hija que jamás concebí…
PD: le quería contar una historia de demonios y ángeles, pero no me alcanzó el tiempo, me puse melancólica y terminé llorando. Son las hormonas…