Mi primera vez fue como conocer a un ángel. Recuerdo que me llevaron a una tienda de géneros y telas para hacer vestidos. Y ahí estaba en una silla enmarcado y muerto de calor con ese traje de esquimal, en medio del desierto más seco del mundo y en pleno verano. Mi mamá no me avisó nada y de un suácate me puso sobre sus piernas. Quedamos tan cerca el uno al otro, que sus ojos casi me comieron. Eran tan azules, que parecían dos charcos de agua prístina y pura. Entonces me habló con voz ronca y me interrogó - ¿qué quieres de regalo? – yo no podía articular palabras y mi madre al final le pidió un camión y una pelota; juguetes que aborrecía, yo sólo quería una barbie, un set de maquillaje y vestidos y pelucas (a esa edad ya estaba totalmente decidido que sería la mejor Drag Queen). Así y todo llegaron el camión y la pelota, que terminaron en manos de mi hermano; sin embargo, yo igual me quedé con algunos lápices labiales y sombras, que le robé a mi madre. Así que cuando se iba a sus cursos varios, yo aprovechaba de pintarme, producir a la mujer que llevaba dentro y sacarla a relucir.
Aún con ese comportamiento tan poco decoroso para un niñito tan atípico como yo, igual creía en Santa Claus o el Viejo Pascuero como lo llamamos en nuestro país. Así que para la próxima navidad me porte bien todo el año, le ayude a mi madre en todos los quehaceres de la casa, me saque muy buenas notas en el colegio y fui el primero de mi curso. En Noviembre empecé a redactar la carta para el Viejito Pascuero. Me demoré todo el mes, ya que tenía que ser escrita sin faltas de ortografía y con una caligrafía prodigiosa, lamentablemente en ambas cosas nunca fui muy bueno. Traté de hacer lo mejor que pude y cuando despuntó Diciembre no podía dormir de las ansias: el único regalo que había pedido era una peluca rubia para usar en mis show privados que les presentaba a los peluches de mi pieza.
El 20 de Diciembre me llevaron al centro de la ciudad y ahí estaba Papa Noel; no obstante, me percaté que éste era más feo que el del año pasado. Para empezar no tenía los ojos azules y su barba era hirsuta y pinchuda. Al principio le pregunté a mi mamá que qué le había pasado al Viejo pascuero, por qué estaba tan feo. Y mi mamá me respondió, que había estado enfermo de resfrío, porque vivía en el polo norte. Gracias a la divina providencia mi mamá tenía que volver a comprar a la tienda de telas y ahí estaba ese Viejo Pascuero tan lindo. Fue ahí que empecé a sospechar que todo era una farsa, ya que aún cuando tenía 6 años, mi cerebrito se preguntaba: ¿cómo pudo el Papa Noel cambiar tan rápido, si hace poco estaba feo?. En fin no me hice más problemas y me puse en la fila de los niñitos, ya que estábamos separados por sexo, primero entraba una niñita y luego un niñito. Así estuve hasta que me tocó a mí. Cuando abrieron la puerta fui corriendo a sentarme en la pierna de Santa Claus y lo primero que hice fue tirarle la barba. Santa Claus se enojó porque le dolió y entonces me quedé tranquilo; éste era el verdadero, y me hizo la pregunta mágica: ¿hijo que quieres para la navidad? Y mis ojos se iluminaron, estaba nervioso y me acerqué tomando su bella cara con mis manitas de angelito y le hablé a su oído: quiero una peluca rubia larga hasta la cintura para bailar en mi pieza la música de Madonna. El Viejo Pascuero abrió los ojos hasta el límite permitido y no me dijo nada, sólo atinó a colocar en mi mano un regalo duro, que por nada era una peluca y me mandó con el duende a la salida de su reino de fantasía. Yo quedé desconcertado y en ese preciso momento abrí el regalo - a la mierda con los reyes magos, faltaba mucho para esperar y ver esa peluca – y era un camión de plástico. Me puse colorado de rabia y tiré el Camión por los aires. Grite atrocidades al Papa Noel, mientras a mi alrededor la expectación aumentaba y el público se aglutinaba. Mi madre me sacó de la tienda arrastrando mi cuerpito, mientras yo lloraba desconsolado por el engaño.
Ayer quedé igual hipnotizado con el Viejo Pascuero. Ahora tengo 28 años, soy un hombre gay feliz de la vida, que se ha comido muchos Papa Noel, la mayoría de chocolate, mas algunos han sido de carne y hueso bien cruditos. Y puede que al menos en mí haya quedado ese amor por ese hombre desde un punto más erótico, que angelical, ya que desde el día en que descubrí que ese Caballero era un ser humano como todos nosotros, me percaté que quizás yo podía ser su regalo jajajajajaj…..
PD: dedicado a todos esos buenos hombres, que nos hacen creer en un ser fantástico que regala las cosas que solicitamos, aún cuando sean extrañas o poco usuales. Quizás por eso aprendí a temprana edad que él sólo era un cuento y que mi peluca tendría que fabricarla yo o comprarla en un futuro, en ese entonces, muy lejano…