lunes, abril 03, 2006
Los documentos explícitos de la verdad no hacían más que preguntarme: ¿qué mierda está correcto como comportamiento hoy en día?. La interrogante quedó suspendida en mi nubecita de expectante; sin embargo, no llegó la iluminación y tuve que seguir pateando las flores lilas de los jacarandas que florecían recias por doquier.
En el camino los borrachos estrechaban sus corazones con el mío. Yo algo tímido, bajaba el rostro para que no indagaran en mi alma de blanco turbio, y proseguía mi camino por el túnel de lo inesperado. Las ancianas se secaban al sol, como flores marchitas y ajadas por el tiempo. Alguna que otra se encontraba junto a su retoño homínido de sexo masculino, que ya ni se le paraba y seguía en el eterno compañerismo con aquella abuelita famélica, que dio poco sexo.
El camino a casa se me hacía largo y divagaba de un pensamiento a otro, que llamaba mi atención al observar la fauna selvática de la ciudad. Así veía como los chicos Mc donalds trabajaban robóticos. Me quede un rato estático saboreando mentalmente la grasa que se pegaba en sus freidoras, figurando mi cuerpo sumergiéndose en el aceite caliente de las papas fritas. Y era obvio que ya me había olvidado de los borrachos, los viejitos, las viejitas y toda esa lacra cosmopolita que me espetaba mi sociedad.
Yo creo que los chicos del restaurante se percataron de mis ansias sibaritas y lujuriosas, de zambullirme en el aceite oscuro de las papas fritas. Me ofrecieron una deliciosa hamburguesa, que tomé con tantas ganas, que rasguñé a la chica que me la ofreció.
- ¿Señorita puedo usar su baño por favor?. – Le pedí a la moza que me miró con cara risueña... Yo creo que fue por mi cara de loco.
- Por supuesto, allá en el fondo encontrará la puerta celeste. – Me señaló con tono dulce y meloso.

Retomé el camino con mi hamburguesa, hambriento de placer. En el fondo las dos puertas me esperaban. Abrí la rosada con una mezcla de perfumes femeninos y las feromonas que expelían los orines acumulados en los WCs. Me introduje relajado en una cabina y puse el cerrojo. Tomé la hamburguesa, la abrí y deposité mi pene extenuante en el centro, al tiempo que me imaginaba en medio de una duna gélida, en una noche de luna menguante, y rociando esos granos de arena salinos por mi estómago. Al despertar del placer, todo mi estómago estaba embadurnado de mostaza, mayonesa, y trozos de carne molida mezclados con semen. Limpié los restos de forma apresurada y salí del Mc Donalds con olor a fritanga. Según yo, era todo un metrosexual con olor a “fast food”, arrancando nuevamente del vértigo de las calles santiaguinas, atestadas por locos, y yo uno más entre ellos.
La vorágine se extralimitó, me enloqueció, y un frenesí enardecido, desde mi “very” interior explotó en ira. Comencé a empujar a gritos como loco. Todos observaban boquiabierto a este ejecutivo supuestamente cuerdo, que había llegado al fin de su “common sense”. Ya no podía fingir mi acicalamiento diario, ni siquiera mi adicción onanista, porque ya me lo había dejado mal herido, al incursionar cada noche en la sesión masturbatoria de relajo. No había nada que me salvara, la puerta de la insensatez se había abierto de par en par, y yo sólo debía cruzar el umbral y liberarme del mercado bursátil, alejarme de mis pensamientos bisexualoides y encomendarme al limbo de “ningún lugar”.
La desnudez de mi cuerpo sorprendió a varios transeúntes que, en medio de la plaza, horrorizados apuntaban al sujeto (que era yo), con las expresiones más disímiles que jamás me pude imaginar. Ahí estaban los payasos que se reían del prójimo, los gays que miraban deseosos mi verga, junto a algunas damas angustiadas, que alcanzaron el clímax con mi virilidad extrema. Me gritaron una verborrea extensa, que dejo marcas invisibles en mi cuerpo. Y justo cuando imaginaba a la multitud lapidándome como a María Magdalena, apareció el Mesías, junto a su séquito de verdes proclamadores de la paz. Me entregué de inmediato, tenía la certeza que me llevarían a un refugio abrigado a pasar la noche, para el día siguiente embarcarme en el barco de nunca jamás, igual que Peter Pan. Me esposaron, me condujeron a una camioneta blindada y dentro de aquel aparato el Mesías pregunto:


Continuará

 
posted by Vicente Moran at 6:16 p. m.
2 Comments:


At abril 05, 2006 3:13 p. m., Blogger EDUARDO CAVIERES

Confieso que es la primera vez que te leo algo así, pero en todo caso no me escandaliza para nada ¿habría motivo para hacerlo? pero en todo caso, mi blog como el de muchos otros sirve como catarsis, por lo tanto, me parece bién que no seas una simple carita con doble standar.

Eduardo cavieres.

 

At abril 06, 2006 1:14 p. m., Blogger Unknown

estimado: lamento informarle que se fu´en la volá (jeje) la cagó lo abstracto de lo abstracto...
Pero me agrada, y no lo digo por quedar "bien",, de verdad me agrada...
Mis cordiales saludos.
os..