La sala queda en silencio, ¡silencio digo!, escuchen: los jadeos estertoreos, en la cama lujuriosos y en un acto acelerado, más rápido, que las escapadas de presidente francés Jack Chirac con su secretaria, que duraban 5 minutos exactos, con ducha incluida.
Ohhhh nooooo. Al dueño de la casa se le ha olvidado algo y se devuelve cantando y silbando. ¡Qué felicidad la vida con una mujer bella y fiel, a la antigua que no trabaja y lee poco, para que no se entere de aquellas “sex and the city”, que han invadido este mundo!. Pero justo entonces sale el perro y se para con las patas embarradas en su traje ajetreado. Llega el niño jugando en su patineta choca con el caballero y el rostro simétrico de alegría cambia a un enojo sin precedentes. Zamarrea al niño y lo deja llorando. El niño grita y grita, la vieja guatona sale y le pega con la sartén.
Se congela la escena y se pone a llover, caen hojas, y un viento fuertísimo bota al señor sobre la gordita. Ella grita que la violan, y el perro llega y muerde el pantalón de este médico veterinario, que es profesor de una prestigiosa universidad Chilena.
Todos los actores salgan, que entren en escena la mujer infiel y el balandrón del “patas negras”. Enrollados en las sabanas, ella grita: ¡Sí si sí dame pasión!. Pero ohhhh nooooo de nuevo, oooohhh noooooo, el patas negra resulta ser un mozuelo alumno del temible y viril esposo académico.
Y ahí se escucha la llave en la cerradura en cámara lenta. Todo muy despacio, se abre la puerta pausadamente (todo pronunciándolo en cámara lenta y los actores también). El marido llega a la habitación y queda estático. Paro la escena y el esposo pone cara de enajenado – maquillador a la escena, píntele la cara roja muy roja, rápido ya fuera - sigue la escena y el esposo encuentra a su mujer encima de su propio alumno. Un grito estruendoso - ayudante entregar un parlante para que el profesor grite lo más fuerte - el actor se da una vuelta por todo el teatro gritando.
Maquillador y ayudante ha disfrazarse de la señora guatona y el niño llorón. Ambos ingresen a la casa para pegarle al profesor, mientras lo encuentran buscando un cuchillo. Sabe que hay uno por algún lugar. Grita que se detenga la escena. La paro y le digo que quiere. ¡quiero un cuchillo! Me arguye. Le digo que debajo del asiento de la primera fila hay uno. Lo saca y éste es casi un sable. Se devuelve y me dice que no quiere un cuchillo que quiere una pistola, le digo que no tengo una, que tiene que inventársela, y entonces le pide a alguien del público, que le pinte la mano negra con una pintura, que el profesor veterinario le da. Le dice que está desquiciado, que no puede creer que su esposa se encuentra poniéndole el gorro con uno de sus alumnos. Se excusa diciendo que eso le pasa porque se casó con una mujer joven. Le pregunta al espectador que qué piensa él. Los otros actores se aburren y reclaman que se apure. El profesor retoma su cara de enojo y va gritando por el pasillo a matar al estudiante. Yo digo que empiece un terremoto. Todo se remece y un ruido de terremoto se escucha por todos lados. Todos gritan y el profesor va tambaleándose hasta su casa. No puede mantenerse en pie. El maquillador, que ahora es el perro, le agarra el brazo, mientras se mece de un lado para otro por el movimiento telúrico. Se caen las cosas, se quiebran los platos y todos gritan más, hasta que el profesor jala el gatillo y le dispara al perro que cae herido de una pata. La mano del docente está ensangrentada. La señora sale con un cartel de cómo un veterinario puede ser tan vil con un perro.
La señora del docente se despide efusivamente de su amante, la casa está destrozada, pero igual le prepara la mochila con el libro de anatomía y fisiología y lo manda a la universidad post-terremoto.
El marido está aún herido haciéndose el muerto y exánime. Ella va toda compungida a verlo para acogerlo en su ceno, la cínica y malvada joven trepadora, que sólo quiere lucrar y llegar a un puesto de trabajo en la misma universidad de su marido. Trae agua y alcohol del 100%, que deja caer en la herida con cizaña mientras se ríe de su maléfico plan y yo también me río. Sin embargo, el docente viejo y todo despierta de su agonía con la rabia transmitida por el perro, que ha viajado hasta su sistema nervioso, lleno de espuma. Ahí paro todo. Que venga el maquillador y que coloque espuma de esa de afeitar, simulando la baba de la rabia. Todo comienza de nuevo, el viejo la agarra de la garganta y la ahorca, chasconeándola, mientras ella grita. Logra zafarse y arranca. Se esconde detrás de uno de los espectadores y grita despavorida. Les ordeno a todos que paren. Salgo disfrazado con una sábana que cubre todo mi cuerpo. Agarro al ayudante, que es el niño llorón, hijo de la señora guatona y coloco su pierna delante de la del docente para que se saque la cresta. Les digo acción, se cae el docente, la mujer logra arrancar y se pierde de su verdugo. La malvada infiel va donde su amigo el científico. Pido pausa, la señora gorda tiene 10 segundos para convertirse en el científico. Apurarse todos, para seguir con la siguiente escena.
Acción. La mujer desesperada le pide un fármaco para provocar una amnesia en su esposo el profesor. El científico con grandilocuencia saca de una bolsa de mago un frasco, y le dice que tiene que rociarlo sobre la cara del desdichado profesor. La mujer se va, pero antes el científico la para y le pide una recompensa. Ella se levanta la falda y el la huele justo ahí, porque para fetiches hay para rato. La mujer corre hasta donde está el público, su esposo la busca desesperado, para aniquilarla, la vuelve a ver y comienza la carrera, pero ella lanza el frasco (que amarrado por un hilo invisible, cruza al público de un lado a otro), el hombre lo agarra y lo bebe (absurdamente, no hay que entender nada de eso). Música bailable, todos bailan, el amor prevalece y el doctor es ahora paz y dulzura. Se encuentran ambos en medio del escenario, se abrazan lentamente. Él la toma en los brazos y la lleva a la cama. Paro la escena. Coloquen la alarma del reloj a las 7 de la mañana. Todos fuera. Canta un gallo, el profesor despierta desorientado, no sabe que ha pasado. Mira a su mujer, la besa en la frente y se baña, toma desayuno todo en cámara rápida (música electrónica para apurar la escena), sale de la casa y encuentra a su pupilo que saluda con un sabor amargo en la boca. Y antes de doblar y salir del escenario, se devuelve y pregunta al público: parece que se me olvido algo en la casa, ¿no creen?.
FIN.