Sé que nos quedamos mirando con las bocas abiertas, casi chorreando la saliva por la comisura de los labios. Hasta que me preguntó, que quién era, el muy patudo. Al principio quise lanzarme y sacarle la misma cresta, botarlo por la ventana, sin importarme que se sacara la chucha y terminara todo fracturado. Pero el diablillo dejó de actuar en mis iniciativas y en vez de eso le dije que era el primo del innombrable. Al parecer me creyó y como dueño en su casa me invitó a tomar una taza de té (en mis tazas, en mi casa). Se la acepté como caballero inglés y así poco a poco fui descubriendo lo gueón que había sido. Simplemente es descabellado. Ahí estaba yo tomándome un té con el amante de mi respetado ser querido. Después comenzó a invadirme una pena inmensa, le dije al tipo, que después del todo era simpático, que debía ordenar unas cosas para marcharme al sur. Él sin aspavientos se retiró a la pieza, como cualquier dueña de casa. Y yo mientras ordenaba las cosas lloraba y lloraba, sacando mis libritos, mis figuritas, mis fotos y otras cosas sin importancia. Ahí me percaté que casi todo lo que ahí había era de él y nada era mío.
El señor me despertó bruscamente. Estaba totalmente sudado, mojado hasta los calzoncillos y llorando. El aire acondicionado estaba malo y había viajado con 33 ºC de calor. Mi cara era espantosa. Estaba asustado, temblando y angustiado. Tomé el celular y llamé. Nadie contestó. Llamé otra vez y tampoco nadie respondió.
Me bajé casi corriendo del tren y de ahí me fui directo por Matucana con el corazón en la boca, casi mascándolo y triturando mis presentimientos. Y al final estaba frente a la puerta de mi casa, metí la llave todo tiritón y al abrir la puerta una cachetada de canela me recibió. Ahí estaba mi pololito cocinándome un kucken de manzanas. Me miró y de inmediato preguntó: ¿qué mierda te pasó? Yo titubeando y con cara de vaca sacrificada le dije: na´ pololo es que soñé en el tren, que usted me engañaba.
PD: El peor sueño puede volverse realidad, así que mejor escribirlo y sacarlo de la cabeza. Quizás es la mejor terapia, que uno debe tomar.












