Simplemente es descabellado. Ahí estaba yo tomándome un té con el amante de mi respetado ser querido. Después comenzó a invadirme una pena inmensa, le dije al tipo, que después del todo era simpático, que debía ordenar unas cosas para marcharme al sur. Él sin aspavientos se retiró a la pieza, como cualquier dueña de casa. Y yo mientras ordenaba las cosas lloraba y lloraba, sacando mis libritos, mis figuritas, mis fotos y otras cosas sin importancia. Ahí me percaté que casi todo lo que ahí había era de él y nada era mío.
El señor me despertó bruscamente. Estaba totalmente sudado, mojado hasta los calzoncillos y llorando. El aire acondicionado estaba malo y había viajado con 33 ºC de calor. Mi cara era espantosa. Estaba asustado, temblando y angustiado. Tomé el celular y llamé. Nadie contestó. Llamé otra vez y tampoco nadie respondió.
Me bajé casi corriendo del tren y de ahí me fui directo por Matucana con el corazón en la boca, casi mascándolo y triturando mis presentimientos. Y al final estaba frente a la puerta de mi casa, metí la llave todo tiritón y al abrir la puerta una cachetada de canela me recibió. Ahí estaba mi pololito cocinándome un kucken de manzanas. Me miró y de inmediato preguntó: ¿qué mierda te pasó? Yo titubeando y con cara de vaca sacrificada le dije: na´ pololo es que soñé en el tren, que usted me engañaba.
PD: El peor sueño puede volverse realidad, así que mejor escribirlo y sacarlo de la cabeza. Quizás es la mejor terapia, que uno debe tomar.