LA FILA DE LOS COCHEROS:
En la época de mis abuelos los preámbulos amorosos eran misteriosos y llenos de claves necesarias para conquistar a la amada. En el caso de mi abuela, ella perdió dos veces la virginidad. En la primera ocasión a los 15 años de edad, un hermoso príncipe azul la invitó al cine a matinée y le pidió a mi ingenua abuela, que se sentaran en la fila de los cocheros. Mi abuela creyendo que aquella fila poseía aquel nombre por ser de más estatus aceptó sin remilgos. Sin embargo, el nombre no provenía precisamente de la alta alcurnia, sino más bien por el sonido que provocaban los besos de los amantes, similares a los que los cocheros realizaban para chicotear a sus caballos. Mi abuela, que venía de una familia de apellido aristocrático, donde los hombres letrados brillaban y las mujeres estabas sentenciadas a casarte y nada más, recibió dos besos furtivos y a la rápida sin previo aviso. De inmediato mi abuela rompió en llantos y el joven asustado la sacó del cine para preguntarle, que le pasaba. Él que provenía de Santiago y que tenía 4 años más que mi abuela, nunca se imaginó que sería padre, y que debería hacerse cargo de los dos hijos que había engendrado con esos dos besos inocentes, los cuales habían sido depositados en los labios vírgenes de mi abuelita.
Por la cabeza de aquel joven nunca sabré lo que pasó, aunque si sé que aprovechó aquella inocencia para jugarle una buena broma a mi abuela. Lo que no se imaginó fue que a mi abuela casi le quebraron la nariz, por la bromita.
Tan distinguido y caballero fue el joven mozuelo, que en el mismo instante la tomó y la llevó a su casa, mientras mi abuela poco a poco se iba tranquilizando, ya sabía que no estaba sola en la vida y que sus futuros hijos tendrían a un padre cariñoso y trabajador. Al llegar a la casa la recibió el futuro suegro. Sentada en el living, su novio le trajo una taza de té Ceilán y fue entonces cuando el suegro preguntó qué era lo que le pasaba, por qué tenía esos bellos ojos tan lagrimosos. Y nuevamente mi abuela se puso a llorar a mares: es que voy a tener dos guaguas (lo que no sabía mi abuela era que su novio, ya le había contado a su padre del asunto), ya que su hijo me dio dos besos en el cine. Entonces, el suegro, hombre experimentado y bondadoso, le dijo que no se preocupara, que su hijo respondería y que se casarían lo antes posible.
Luego que mi abuela se tranquilizó al saber que aquel muchacho se haría cargo de sus dos retoños, se fue contenta a su casa para contarle a su hermana, que se casaría y que sería madre. En eso estaba, cuando mi bisabuela pasó por la pieza y escuchó a hurtadilla la conversación. Lo único que oyó fue: voy a tener dos hijos y me voy a casar lo antes posible. Ella se encolerizó y entró en la pieza hecha una furia, agarrando a mi abuela por las trenzas y pegándole hasta el cansancio. De paso, también a mi tía-abuela, le llegaron algunas cachetadas. Mientras las tres lloraban, mi bisabuela le preguntaba, que cómo fue posible que perdiera la virginidad a tan temprana edad, que cómo no había aprendido lo que el Cura había predicado en la iglesia, que era una puta y que había deshonrando a la familia. Entre sollozos mi abuela le relato, que ella no había querido darle los dos besos al joven, pero que él sin previo aviso le había tomado la cara y se los plantó de súbito. Al escuchar esto mi bisabuela se percató que había cometido un grave error. Se sentó junto a mi abuela y le dijo: hija no estás embarazada, así no se hacen las guagua (repito que mi abuela tenía 15 años). Le contó toda la tarde como se hacían los hijos. Mi abuela al escuchar le daba rabia y pensaba en la vergüenza que había pasado.
Décadas después, cuando mi abuela padecía de cáncer al cuello del útero, y mientras estaba internada en la clínica, se encontró de improviso con aquel joven de antaño. Junto a mi abuela estaba mi madre, una bella mujer de grandes ojos verdes y cabellera dorada arremolinada y le preguntó chistoso: ¿con cuantos besos hiciste a esta hermosura? Y mi madre cómplice le respondió: ¡cállate pesado y dame un beso! ¿cómo sabes, si quizás ahora quedo embarazada de ti?.
En la época de mis abuelos los preámbulos amorosos eran misteriosos y llenos de claves necesarias para conquistar a la amada. En el caso de mi abuela, ella perdió dos veces la virginidad. En la primera ocasión a los 15 años de edad, un hermoso príncipe azul la invitó al cine a matinée y le pidió a mi ingenua abuela, que se sentaran en la fila de los cocheros. Mi abuela creyendo que aquella fila poseía aquel nombre por ser de más estatus aceptó sin remilgos. Sin embargo, el nombre no provenía precisamente de la alta alcurnia, sino más bien por el sonido que provocaban los besos de los amantes, similares a los que los cocheros realizaban para chicotear a sus caballos. Mi abuela, que venía de una familia de apellido aristocrático, donde los hombres letrados brillaban y las mujeres estabas sentenciadas a casarte y nada más, recibió dos besos furtivos y a la rápida sin previo aviso. De inmediato mi abuela rompió en llantos y el joven asustado la sacó del cine para preguntarle, que le pasaba. Él que provenía de Santiago y que tenía 4 años más que mi abuela, nunca se imaginó que sería padre, y que debería hacerse cargo de los dos hijos que había engendrado con esos dos besos inocentes, los cuales habían sido depositados en los labios vírgenes de mi abuelita.
Por la cabeza de aquel joven nunca sabré lo que pasó, aunque si sé que aprovechó aquella inocencia para jugarle una buena broma a mi abuela. Lo que no se imaginó fue que a mi abuela casi le quebraron la nariz, por la bromita.
Tan distinguido y caballero fue el joven mozuelo, que en el mismo instante la tomó y la llevó a su casa, mientras mi abuela poco a poco se iba tranquilizando, ya sabía que no estaba sola en la vida y que sus futuros hijos tendrían a un padre cariñoso y trabajador. Al llegar a la casa la recibió el futuro suegro. Sentada en el living, su novio le trajo una taza de té Ceilán y fue entonces cuando el suegro preguntó qué era lo que le pasaba, por qué tenía esos bellos ojos tan lagrimosos. Y nuevamente mi abuela se puso a llorar a mares: es que voy a tener dos guaguas (lo que no sabía mi abuela era que su novio, ya le había contado a su padre del asunto), ya que su hijo me dio dos besos en el cine. Entonces, el suegro, hombre experimentado y bondadoso, le dijo que no se preocupara, que su hijo respondería y que se casarían lo antes posible.
Luego que mi abuela se tranquilizó al saber que aquel muchacho se haría cargo de sus dos retoños, se fue contenta a su casa para contarle a su hermana, que se casaría y que sería madre. En eso estaba, cuando mi bisabuela pasó por la pieza y escuchó a hurtadilla la conversación. Lo único que oyó fue: voy a tener dos hijos y me voy a casar lo antes posible. Ella se encolerizó y entró en la pieza hecha una furia, agarrando a mi abuela por las trenzas y pegándole hasta el cansancio. De paso, también a mi tía-abuela, le llegaron algunas cachetadas. Mientras las tres lloraban, mi bisabuela le preguntaba, que cómo fue posible que perdiera la virginidad a tan temprana edad, que cómo no había aprendido lo que el Cura había predicado en la iglesia, que era una puta y que había deshonrando a la familia. Entre sollozos mi abuela le relato, que ella no había querido darle los dos besos al joven, pero que él sin previo aviso le había tomado la cara y se los plantó de súbito. Al escuchar esto mi bisabuela se percató que había cometido un grave error. Se sentó junto a mi abuela y le dijo: hija no estás embarazada, así no se hacen las guagua (repito que mi abuela tenía 15 años). Le contó toda la tarde como se hacían los hijos. Mi abuela al escuchar le daba rabia y pensaba en la vergüenza que había pasado.
Décadas después, cuando mi abuela padecía de cáncer al cuello del útero, y mientras estaba internada en la clínica, se encontró de improviso con aquel joven de antaño. Junto a mi abuela estaba mi madre, una bella mujer de grandes ojos verdes y cabellera dorada arremolinada y le preguntó chistoso: ¿con cuantos besos hiciste a esta hermosura? Y mi madre cómplice le respondió: ¡cállate pesado y dame un beso! ¿cómo sabes, si quizás ahora quedo embarazada de ti?.