martes, octubre 31, 2006
Cuando supe que había quedado en la Universidad de Concepción, jamás pensé, que no sólo iba en busca de un futuro profesional, sino también de un mundo amplio y lleno de conocimientos. Ese mundo me enamoró y desde entonces descubrí que mis potencialidades como ser humano eran inmensas. Y debutar en el acto sexual es quizás uno de los momentos más increíbles de mi vida.
En una noche lluviosa de Chillán, cuando las chimeneas estaban todas prendidas y los poetas como Gonzalo rojas se encontraban lavándose las bolas pendulantes antes de pernoctar, fue que conocí a mi príncipe azul. Yo me encontraba sentado en una plaza añosa con la iglesia de los franciscanos a mi espalda. De mis ojos corrían lágrimas ácidas llenas de rabia, y mi cara brillaba bajo la luz trémula de los faroles oxidados. Quizás ese semblante de diva trágica fue lo que cautivo al primer hombre que me contempló desnudo. Se me acercó cauteloso y su manera de abordarme fue ingeniosa preguntando, así como despistado, la hora. Le respondí que no tenía reloj y siguió su camino bajo la lluvia. Sin embargo, algo lo detuvo y se devolvió para ver que me pasaba. Los extraños tienen ese imán erótico: uno no sabe si son buenas personas o asesinos en serie y por lo tanto le dan a la situación un aire de telenovela misteriosa.
La charla fue relajada, entre frases entrecortada por mi llanto de sirena y su mirada meditabunda casi abstraída de la realidad – cuando lo que realmente pensaba era en poseerme – confiriendo a cada momento oraciones reconfortantes. Al final me tranquilicé y fue en ese momento que me invitó a caminar. En un acto osado accedí, sin más remilgos que la lluvia que arreciaba a esa hora. Ya estaba mojado, así que no reclamé más y dentro de mí una llamarada incandescente se prendió. Tal vez lo más cercano a describir aquello, puede ser el reflejo innato de los animales, que saben que deben copular.
Y caminamos y caminamos por las calles adoquinadas, saltando los riachuelos y las charcas que se formaron por la lluvia. Sin darme cuenta llegamos a la periferia de la ciudad, al límite entre lo urbano y lo rural. Más allá se oían las vacas mugir reclamando una nueva ordeña. Yo le dije que quizás deberíamos sentarnos. Él temblaba de frío y de nerviosismo y por primera vez sentí esos ojos fijos, casi rojos mirándome con deseo, con tal necesidad que yo en un acto salvaje comencé a desnudarme. Ahí en medio del campo, entre quilas y tréboles frutillas, con el olor a alfalfa, que se mezclaba con mi sudor húmedo. En ese instante las nubes dejaron un claro perfecto y la luna se asomó voyerista a contemplar mi primera vez.
Desnudo me acerqué gateando hasta su entrepierna y comencé a desabrocharle el cinturón. El tomo mi rostro y lo acercó al suyo. Olía a “flaño”, una colonia barata que venden en todas las farmacias de Chile. Su barba era tupida, de aquellas que crecen a las 8 horas y raspándome con dureza acarició su cara con la mía. Mi cara ardió, hasta quizás dolió un poco, mas no pude despegarme de ella y busque con frenesí su boca enmarcada en sus labios viriles. El beso fue húmedo, la saliva brotaba de su boca con un dulzor sorprendente y sus manos acariciaban mi cuerpo mojado, su dedo buscaba “mi virginidad”. Dolía un poco aquella intromisión táctil; no obstante, sabía que aquello era necesario. La preparación o el preámbulo para transformarse en uno, en un solo ser unidos por la carne y la energía.
Al abrir su camisa una mata de vellos pectorales me recibió y en ese momento supe que estaba a punto de dejar de ser virgen con un hombre. Éste era un hombre de verdad, en él no se escondía nada de femineidad, era todo testosterona – aún recuerdo ese olor a animal, a establo, a bosta y sus manos curtidas – y mis movimientos se hicieron prehistóricos. No me reconocía, no entendía como en un abrir y cerrar de ojos estaba con su verga metida hasta mi epiglotis, no podía comprender como sabía mamar tan bien – luego me preguntaría si estaban en mis genes o qué? – y como bajaba y subía desde el glande hasta la base, hasta encontrarme con aquella mata de vellos con un perfume exquisito. Mi lengua revoloteando entre sus pequeños pliegues de la uretra, apretando con mi mano las venas turgentes y ahogándome al no poder respirar. Durante todo ese trance no me percaté que ya me había dilatado, que 4 dedos jugueteaban en mi interior, y que mi cuerpo daba espasmos epilépticos de placer.
Mi cuerpo estaba lleno de barro. Mis piernas estaban acalambradas y mis rodillas pálidas. No me detuve y en más de una ocasión retiré las manos con ira, no quería dejar de chupar de succionar, quería que me diera su esencia y sin previo aviso mi boca se lleno de un sabor agridulce, y mientras los fluidos prostáticos se vaciaban en mi boca sentía como una energía sideral poseía a mi príncipe azul. Yo quedé revolcándome en el barro, estaba excitado hasta el infinito y quizás no hubo periodo refractario, porque sin esperar más que unos segundo me tomó de la cintura y quedé oliendo el pasto mojado, con mi trasero parado esperando su espada hirviente para que acuchillara mis entrañas (muy exagerado, pero me gusta así) y sentí el dolor más grande de la tierra. Quedé inmóvil mientras como un poseído me embestía una y otra vez sin parar, sin darme tiempo para respirar. Reaccioné cuando un golpe a mano abierta cayó en mis glúteos y después otro y otro y otro más. Tiritaba de placer, de miedo, de dolor: la mezcla perfecta para debutar ante lo que definiría mi gusto por los hombres. Con mi mano tocaba sus testículos y sentía como cada dos segundos sacaba todo su miembro, todo ese falo duro como el hierro y luego volvía a entrar con un golpe galopante, hasta la raíz de sus músculos peneanos. Al final creí estar en el paraíso. Fue un momento corto, casi imperceptible, ya que a esa edad pensaba que yo como era el poseído y él el macho, no debía acabar. Aunque uno a esa edad puede tener un clímax sin siquiera tocarse, y fue lo que me pasó. Sentí como un flujo escurría por mi uretra, mi pene estaba turgente, y en medio de esas penetradas bestiales quedé un instante en el cielo, un momento de “no pensamiento”, de meditación infinita y de nirvana.
Durante esa noche hice tres veces el amor. Durante la semana siguiente tuve fiebre hasta los 41 grados, delirando y con una pulmonía de los mil demonios. Al volver a la universidad, mi príncipe azul resultó ser un alumno de 4º año de agronomía. Un huaso macho y sin atisbos de homosexualidad. Su prometida era una bella rubia de ojos celestes. Yo lo miré con ojos de odio durante todo ese día lunes. Al anochecer me encontró camino a mi pensión. Le dije que no quería verlo. El despecho era un sentimiento que no conocía.
Por tres meses fui el amante, el patas negras, que esperaba desnudo bajo los matorrales del campo. Nos amábamos con pasión, sin pensar en el mañana. Un día se enojó porque pasaba mucho tiempo con mis amigos. Me hizo elegir entre mis amigos y él. Yo nada de tonto le dije que prefería mis amigos, porque él jamás se atrevería a ser mi amante en público, que siempre sería un gay camuflado en la clandestinidad, que va a la iglesia con su familia y su novia, esperando su turno para el sagrado sacramento.
Mi vida se volvió caótica cuando todos supieron que era gay. Él me veía desde lejos, ahora ni siquiera podía acercarse, ya que todos los hombres que se me acercaban eran tildados de maricones. Todos se equivocaron, ya que aquellos hombres que llegaron a ser mis amigos resultaron ser los hombres más heterosexuales que he visto.
De mi príncipe azul supe que se casó. Es padre de familia y me imagino que cada noche antes de acostarse junto a su beata esposa, se masturba imaginando mi boca en la suya, mi boca en sus tetillas, mi boca jugando con su prepucio y su miembro jugueteando con mi ano servicial, todo en una película lenta y sosegada del placer que puede volver a tener, pero que no se atreve a buscar….
 
posted by Vicente Moran at 2:56 a. m.
7 Comments:


At octubre 31, 2006 9:29 a. m., Blogger C.-

Increible po guacho...no te pierdas, guarda esto, publicalo, mándalo...ponlo como cartas e inventa un libro...amo tu escritura hermana de la naturaleza...en serio...
LOS MEJORES RELATOS BLOGGERS SIEMPRE LOS ENCUENTRO ACÁ (Conste que te hago hasta publicidad)
saludos
Espero verte el weekend ¡¡¡ (carlitos)

 

At octubre 31, 2006 10:43 a. m., Blogger Patto

huffffffff que hot,espera voy y vuelvo..... ya volví imposible leerlo de una muy muy hot weno, te imaginas donde fui ja ja ja ... no broma, puta que escribis bien cabro, te voy a poner en mis link favoritos... Saludos

 

At noviembre 02, 2006 11:53 a. m., Blogger Patto

ya, como lo prometidoe s deuda, te puse en mis link favoritos... visitame y veras... Saludoss

 

At noviembre 02, 2006 2:12 p. m., Blogger J a v i e r

Siempre he renegado contra aquellos que tienen una dualidad en su vida. No porque no quieran exponerse frente a la gente, si no mas bien poruqe no conformes con cagarse su vida, pues nunca seran completamente felices, se la cagan a su esposa y sus hijos.
Buena historia, no vale la pena perder el tiempo cn tipos que no son mas que un espejismo dentro de la realidad.
Hombres hay muchos que estan dispuestos a ser felices sin caretas

un abrazo
jvr

 

At noviembre 02, 2006 4:19 p. m., Blogger Decent Queer

hola pasaba por aqui.. buen blog entra al mio

 

At noviembre 02, 2006 5:30 p. m., Blogger Editor_J

Hola..acá www.tusletraslocas.blogspot.com, yo hace poco que comnecé con esto, por lo cual me encuentro recién creando una red de personas con intereses similares... Bueno, los invito a todos a darse una vuelta por www.tusletraslocas.blogspot.com
Saludos desde Santiago_Antiguo

Jorge

 

At noviembre 07, 2006 8:08 a. m., Blogger El Castor

Qué lindo texto, te felicito. Si duró tres meses ya estuvo bien y hay que recordar esos buenos momentos de pasión. En realidad que lo hiciérais a escondidas, como algo prohibido o rechazado, le daría más morbo, una emoción añadida. Y seguramente duró lo que debía durar. Un abrazo.