8 de la mañana en las Condes y Julián reclama que no desea ir a su colegio, ya que no estudio para la prueba, por estar jugando el último juego, que su padre le trajo de Estados Unidos. La nueva nana peruana lo trata de animar para que tome su desayuno: unas tostadas integrales con mermelada casera, traída del fundo de sur, un jugo natural de naranjas recién exprimidas y un tazón de cereales Milo con leche semidescremada. Finalmente su madre lo saca a la rastra de la cama y de un zamarrón le dice, que sino se apura no lo irá a dejar al colegio. En el auto su madre, una ejecutiva exitosa y rica de un banco igualmente exitoso y rico le comenta que el próximo año podrá ir a su colegio en bicicleta gracias a las nuevas ciclovías, que se están construyendo...
En la calle los perros han destruido las bolsas de basura y uno de ellos anda jugando con los papeles con caca y una toalla higiénica. El ambiente triste y gris le regala a Jorge una visión sonámbula de su población. A lo lejos escucha el llanto de una guagua y le causa risa los graffittis que los cabros pintan en las paredes. Al menos él entiende esa enrevesada escritura, que es lo único que adorna su entorno. Aquí nada de ciclovías, nada de parques con árboles frondosos, nada de juegos para los cabros chicos, pero si muchos grafittis. Se para en la esquina a esperar la micro para ver si el chofer se apiada y lo lleva, sino tendrá que mandarse la interminable caminata por las calles inertes de su comuna...
Mientras la madre de Julian maneja, éste le pregunta por qué cerraron el parque que llega a los dominicos, donde él acostumbraba a hiphopear y andar en skate. Su madre taciturna y un poco enojada le dice que debe leer al menos uno de los 5 diarios, al que están subscritos, y que ahí encontrará la respuesta. Julián le hace una pataleta, le reclama que a él nunca le ha gustado leer y que mejor le diga sino se baja ahí mismo y se va caminando al colegio. La madre le contesta que están construyendo el metro y que no reclame, ya que puede ir a otros parques de su comuna...
El chofer le dice que no lo llevará, y que no le vaya a pintar la micro sino le pone un balazo en el culo. Jorge se enoja y le contesta con un rosario eterno de chuchadas, que terminan en un buen “Viejo Concha de tu madre”. Comienza a caminar rápido para no llegar tan atrasado al colegio; sin embargo, igual se demora más de 45 minutos y el profesor le pone una anotación, le dice que sea la última vez, que tiene que esforzarse más. La sala está gélida y sus mesas están rayadas. Jorge saca su único cuaderno y se pone a escribir, que Chile es el país más desarrollado de Latinoamérica y que para el bicentenario habrán miles de obras, que hermosearán nuestro país (y jorge se pregunta, que donde mierda está toda esa belleza)…
La madre de Julián estaciona su Porche a la entrada de Saint George y le da un gran beso amoroso a su hijo. Este la aleja y le pide que no vaya a la reunión tan pintada, que parezca más mamá y le avisa de pasada que necesita el nuevo notebook, que salió al mercado, aquel que trae cámara integrada y que se abre con la huella digital del usuario. En clases sus compañeros están preparados para la salida en bus hacia el centro de la capital, ya que la clase de historia será en terreno y tratará sobre los edificios y lugares históricos de Santiago centro…
A las 2:30 de la tarde Jorge sale hastiado de la última clase, con un profesor que dicta todo y que a lo lejos se le nota, que no desea ese trabajo. Jorge no escribe nada y prefiere ocupar ese tiempo en escribir un cuento. Una vez en la calle sus amigos le invitan un pito para hablar guevadas. Le dicen que irán al centro a bolsear a los transeúntes, y Jorge acepta acompañarlos, pero sólo para aprovechar de ver a su querida madre y robarles unas sopaipillas con ajicito. Esperan la micro y se suben a la mala no más. Todos saltando. El chofer se asusta y parte con cara de drogadicto reincidente…
Julián llega a la verdadera Capital. Todo es como un safari. Las minas están todas espantadas y asustadas cuando pasan caminando por el costado de la catedral. Una reclama que está hediondo y otra le pide permiso al profesor para volver al bus. Julián se caga de la risa y les dice que porque no van al mercado, que le han contado que es de lo más pintoresco. Al llegar, se queda desilusionado. Julián se imaginaba un mercado como el que vio en Amsterdam en la plaza, o como el de Estocolmo que está bajo tierra. En cambio, éste era sucio y con olor a pescado eterno. Aunque por dentro lo encontró más lindo, y las niñas opinaron que había gente linda comiendo en los restaurantes...
La madre de Jorge estaba ocupadísima mientras repartía las sopaipillas a todo el público obrero, que en ese momento estaba almorzando. Cuando atisbó al morenazo de su hijo, una sonrisa melancólica se dibujo en sus gruesos labios. Jorge le dio un potazo para que se moviera y lo dejara a él trabajar un poco, así al menos su madre tendría un tiempo para comer. Y mientras con una mano freía las sopaipillas en el aceite caliente, con la otra daba el vuelto. Entonces le pregunto a su madre, que era lo que le iba a decir. Ella le respondió que mejor se lo contaba en la noche. En eso un tipo prepotente le dijo, que si iba venderle una maldita sopaipilla o tenía que rogarle. Jorge lo miró fijamente y le espetó con escupo y todo, que se fuera a la chucha, que él no atendía a cuicos culiao…
En la entrada del museo de la estación Mapocho Julián estaba rojo de rabia. Reclamaba que un punga de mierda no había querido venderle una puta sopaipilla y que estaba apestado de estar en Santiago centro. No deseaba entrar a la exposición de los tres grandes de España y sólo deseaba volver a casa…
En aquella noche jorge había preparado las onces para esperar a su madre. Esta finalmente llegó a las 11 de la noche, con su carrito y el pan, que había comprado para comer. Se sentaron todos, la madre y los 5 hermanos. Jorge como el mayor tomó la iniciativa y comenzó una conversación banal, para alegrar la vida de su vieja. Su madre lo miraba ida y cabizbaja, hasta que jorge le preguntó sobre lo que más temía y sin que su madre abriera su boca supo lo que diría...
Los padres de Julián habían asistido a un cóctel, que organizaba el club de lectores privilegiados de la Revista “Que pasa”. Así que la soledad se le metió por debajo de la piel y buscó la compañía de su hermana mayor. Macarena había salido con sus amigas al mall Alto las Condes a comprar un regalo para su amiga Catalina, que cumpliría 16 años el próximo mes. Así que fue al Garage de su casa, sacó su bicicleta mountain bike y se fue andar por la ciclovía, entre los bellos parque, los bellos restoranes, las bellas plazas y los bellos edificios de las Condes…
Al día siguiente Jorge no se levanto a las 7 de la mañana para ir al colegio. Sino que se despertó a las 5 de la mañana y le dijo a su madre, que durmiera un poco más. Agarró harina entre sus manos y puso un buen poco en el mesón. Hizo una salmuera amarga, molió los zapallos ya cocidos y con aceite usado se puso a juntar los ingredientes de las sopaipillas. Quizás no le quedarían buenas de primera, pero sabía que practicando mejoraría. De todas maneras a sus 13 años, aún era joven para volver a estudiar. Por ahora ayudaría a su madre, quizás asaltaría a un cuico maricón como aquel del día anterior, para comprarse unas buenas zapatillas, tal ves vendería un poquito de jale para comprarle una tele nueva a la vieja, y hasta puede que se incrimine por ahí. Jorge no lo sabe, y mientras amasa lo que será su nuevo trabajo, por lo menos por un año, su otro yo piensa, que pasado mañana tenía prueba de historia, que había estudiado harto y que por culpa de la plata no podrá darla...