Estaba sentado mirando de soslayo al querubín andrógeno. Tocaba su polla para hacer notar su presencia. Dejaba más que claro, que bajo aquel pantalón de señor correcto, se ocultaba una gruesa prominencia.
La conversación giraba en torno a la gramática. Quizás el uso del punto y coma ya no sería necesario. Tal ves sería eliminado en el futuro y dejado en el olvido como muchas otras reglas. A su vez el ambiente se cargaba de erotismo y era necesario apaciguar aquella llama con un buen sorbo de vino tinto. Ambos se quedaban obnubilados con el escanciar del brebaje en las copas prístinas. Un silencio agobiante aguardaba en las bocas cerradas, antes de entregarse a otra batalla verbal. Y comenzaron con ciencia mezclada con literatura. En las inteligencias múltiples y en el maravillo proceso de conexiones inter-neuronales, que terminaba con un ápice de elocuencia en palabras rebuscadas y de una sintaxis embrollada.
La calamidad del señor era precisamente hacerse ver como un ser supremo. Lleno de conocimientos. Tratando de investigar en la mente virgen de aquel mozuelo, que lo miraba embelesado y con ojos de fuego. Por supuesto que era una batalla diametralmente injusta. Él gozaba estrujando las neuronas de su contendor, en clara desventaja.
A veces recurría a los somníferos de las drogas para abrir pasajes entre la mielina. Anhelaba con lujuria intelectual reventar aquellas descargar. Deseaba escuchar secretos de procesos, que no le habían sido explicados. Terminaban riendo a destajo. Cada uno tratando de redoblar los puntos logrados con sus análisis, frutos del magnífico opio, que permitía elucubrar ideas descabelladas. Sin embargo, los pantalones no podían aguantar aquellas bestias creadas sólo para el placer. El animal bendito los invadía, y poco a poco, alocados por la fiebre del deseo dejaban a tras lo bien estructurado y se rendían al simpático sistema nervioso autónomo.
“Una descarga eléctrica en la boca piscícola de la uretra, y una imaginación fructífera, que producían el sudor de ataño”.
Ambos rodaban por la alfombra. El principal accesorio de ornato era simplemente la piel. Las armas para combatir incluían las bocas, las lenguas, los falos erectos y el ano deseoso del joven aprendiz.
Para el muchacho todo era una contemplación ultrajante. La visión de un capullo a punto de explotar y enjuagado con su elixir salival, incrustado en la laringe y decantando en una asfixia fetiche de la que no deseaba escapar. El chico a su vez entregaba la caverna candente a la lengua bífida de su mentor. Así ambos se perdieron en aquella orgía de emociones, en aquel encuentro de penetradas endemoniadas, donde el grosor sin indulgencia quería llegar a la materia gris, para hacer entender que aquello era amor (una pasión comprada en el ciberespacio).
Se quedaron unidos pegados como perros maricones y mirándose los ojos, mutuos espejos, que reflejaban la cena carnal. Del mismo modo el vaivén comenzaba lento y suave. El joven presentando sus pechos de transformista, para que el verdadero hombre de carne y hueso los dejara ilusoriamente amoratados. Entonces aquel bello Hefestión saltaba magistralmente sobre aquel trozo de carne viva, redescubriéndose el tibio calor de la unión.
“Un tic de descarga”
La humedad invadió su pieza solitaria. Soltó el chorro en las entrañas de su programa favorito. Por primera vez sentía y deseaba seguir con la charla amena de su coterráneo intelectual. Así que por nada en la vida abriría sus ósculos ópticos para percatarse, que el juego había terminado. Por lo mismo sin pedirle permiso a su ajetreado cuerpo se concedió la licencia para seguir con la imaginación del placer.
El ilusorio adonis inteligente se había quedado ahí, en medio de bytes y Java Script encerrado en el programa emulador de placer. Lo reinicio. Por mientras seguía imaginando (y visualizando), a su discípulo griego; éste dormía placidamente a su costado, mostrándole aquella sombra tenue que se forma desde la nuca hasta el coxis y él acariciando el recodo perfecto que se formaba entre la cintura y sus caderas. Terminando con deleite en la humedad seminal, que había dejado él entre sus glúteos.
“El programa estaba listo. Su cuerpo senil y acabado volvió a repetir la palabra mágica, que lo transportó a su encuentro carnal: REINICIAR programa tarde de junio 13 del 2007 con Francisco Matta. Conexiones múltiples e inserción a lóbulos frontales e hipotálamo”.
Nada había cambiado desde la última visita. Ambos sentados en la mesa rectangular. Los dos con copas de vino a la diestra y cenando carne de res sellada a la española. La conversación rodó suave en torno al exilio de Miguel en 1950 y sin dejar de lado las miradas rapaces a la entrepierna de Francisco.