Realmente quise creer en un tercer ente, que auxiliara la relación monógama que las parejas desean construir; sin embargo, de inmediato mi interior me dijo: mira quien proclama esas palabras, un hombre que supuestamente ha renunciado a su capacidad de amar a otro humano. Entonces la pregunta hizo su estreno triunfal en mi mente: ¿es Dios el creador del amor? Y no, por supuesto que no. El amor es tan primitivo, que aún hoy, cuando percibimos su arribo, nuestro interior se ve atolondrado. Aquel sentimiento que nos embarga de sorpresa sin previo aviso, aún no ha dejado al descubierto todos sus secretos.
Para un poeta el amor es el estado embriagante, donde puede desarrollar los más bellos sonetos. Para el filósofo es una pérdida de tiempo, ya que el amor no permite pensar con claridad. En cambio para el científico es un estado fisiopatológico, donde las hormonas y neurotransmisores se ven revolucionados e influyen directamente en el comportamiento del cerebro humano, dejándolo a merced de la tragedia. Para el psicólogo representa la enfermedad que jamás podrá tratar. Para el Psiquiatra no es nada, porque hoy en día hay pocos médicos que aman. Y para el quiosquero es lo mejor que le ha pasado en la vida. Mientras que para la tatarabuela del asilo es la película de su vida, que ha acaba de terminar cuando su cónyuge parte al más allá. Así para tantos otros el amor fluye de un significado a otro, como el delta de un gran río.
En otro sentido a mí me quedan millones de nebulosas suspendidas en el quehacer diario, para con los humanos sin amor de estos tiempos tan turbulentos. Humildemente observo mi amor por ese otro y me pregunto: ¿en qué momento se ha ido transmutando en un apéndice indispensable, mas aún puede ser transplantable? Me imagino la maduración de este sentimiento, a uno donde la homología de mi amor sea la exclusividad. Hay dos cosas en mi cuerpo físico que nadie puede cambiar, uno es mi cerebro y el otro es mi páncreas; pues bueno, deseo que mi amor sea como uno de ellos, que se transfigure a un estado que no pueda desechar y quizás en la batalla de lograrlo sea capaz de comprender otras aristas de este enrevesado crucigrama.
¿Si dios lo inventó, por qué está vedado a tantos?. Algunos simplemente no tienen la opción de amar. Aquellos desdichados que me digan que todos amamos de una u otra forma, yo les espeto y hasta les escupo, que el amor que yo deseo para todos no es del tipo fraternal o familiar, sino aquel amor lúdico y ubicuo, que nos llena como seres vivos. Ese amor que nos hace temblar y llorar, tan sólo al figurar las posibles vías que éste puede tomar. No es menester de un inculto como un sacerdote decirte qué amor es el correcto, cómo debe ser llevado, y quién debe estar ahí, como tercer testigo intrometido, para sacarte de tus crisis.
Mañana 14 de febrero se celebra el día del amor. No obstante, la fecha no es exclusiva. Como dice Alberoni – y lo cito por sus profundos estudios sobre el tema – este sociólogo loco de amor: el amor existe en todas las sociedades, aunque en algunas es prohibido, pues el enamorarse constituye la ruptura de todo orden establecido. Una verdadera revolución.
Entonces que esperan mis queridos cibernautas vayan y rompan ese orden estúpido y permitan que esa fuerza revolucionaria invada cada ápice de sus cuerpos. En algunas ocasiones arriesgarse con este cultivo puede provocar que descubras rincones enigmáticos y maravillosos de tu ser. Es el único estado supeditado en una cuerda floja, entre el fastidioso mundo real y un cuento de hadas particular. Así aun cuando el final pueda ser trágico, al menos será tu obra, tu intento y si en éste mueres, te irás sabiendo qué es amar a otro, como a nadie más.
PD: Ayer me preguntaba qué le regalaría a mi pololo. Y creo que las flores, los chocolates y todas esas formas cliché de decir te amo por un día, no me satisfacen. Así que mañana hornearé un queque de amor, compraré pan y prepararé emparedados de queso y tomate aliñados con eneldo y ajo. También herviré agua, para llevar en un termo té de hoja aromatizado con naranja y canela. Invitaré a mi amor a tomar onces a un parque, bajo un árbol y en el ocaso. Sólo él y yo, no deseo a ningún tercero, ya que este amor sólo nos ha costado a ambos y si seguimos trabajando arduamente puede que algún día, ya no podamos imaginar la vida sin el otro…