miércoles, marzo 07, 2007
A las 7 de la mañana mi madre me despertó para el primer día de clases de mi vida. Yo tenía los ojos pegados y me rehusaba a salir de la cama. Mis sábanas me tenían atrapado con sus tentáculos floreados. Un grito estridente de: ¡¡¡¡¡Levántate crío de mierda!!!!! Me sacó de un salto del catre. El pulpo de la cama se había muerto y antes de que me despabilara del todo un chorro de agua fría calló por mi espalda. Mandé un grito, y en el instante pensé: Dios mío, si esto es ir a la escuela, entonces creo que he conocido el infierno. Mi madre me pasaba el jabón por todas partes. Yo tiritando pedía clemencia. ¡¡¡Cómo que te duele la esponja, eso es porque eres muy cochino y tienes mugre pegada en todas partes, quien te manda a jugar en el potrero!!! Mi madre bramaba como enloquecida. Me pidió que corriera mi prepucio hacia atrás, pero a mi me dolía y le dije que prefería tener el pene olor a pescado, que sufrir corriendo mi forrito. Ella retándome me increpó, que mis compañeros se burlarían de mí. Yo de vuelta le respondí, que le pegaría al primero que me llamara “pescado podrido”.
Luego me vistió casi a la rápida. Era mi primera vez que usaba camisa con corbata, la odié desde que sentí que no me dejaba respirar. ¡Que mala mi madre, que vieja de mierda, espero se muera!, pensaba en silencio, mientras aguardaba sentado en la mesa, el desayuno escuálido que me daría mi mamita (porque, ya me había arrepentido de pedir que se muriera, ya que nadie me cuidaría). Llegó con una taza de leche caliente y dos tostadas fritas en aceite con sal. Estaba rico todo y ya se me estaba pasando la rabia, cuando mi mamá histérica me grita que me apure, porque iba a llegar tarde. Me subió de un ala a la bicicleta y partimos juntos a la escuela, que está medio lejos de mi casa. En el camino veía como más niños caminaban al colegio. Todos ellos eran más grandes e iban sin sus madres. Le pregunté a mi mamá si podía irme sólo mañana. Así me escaparía y me iría a jugar con los caballos. Me respondió que ella no era tonta y que sabía que me arrancaría, por lo que me vendría a dejar por lo menos varias semanas, y que cuando me acostumbrara a mis compañeros me permitiría llegar por mi mismo. Yo me volví a amurrar y mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Todos mis juguetes estaban en la casa y no tenía nada para jugar, obligado a entretenerme con piedras y palitos, refunfuñaba sin parar de reclamar.
Cuando llegamos a la escuela un pánico me atacó y quise arrancar. Me aferré de la pollera de mi mamita y le rogaba que no me dejara en ese antro con esas viejas feas, que supuestamente me torturarían. No fui el único, así que no me dio vergüenza gritar y hacer berrinche, ya que otros niños también lloraban. Sin embargo, me arrebataron de los brazos de mi mamá y ella también se puso melancólica, hasta podría jurar que le atisbe una lagrimita. No sé, pero en ese instante creí que mi vida había acabado.
Nos sentaron a todos en unas mesitas estúpidas chiquititas y rosadas. Yo no hablaba con nadie y tampoco miraba a nadie. Quería estar sólo viviendo mi luto. Mi madre me había abandonado y ahora estaba perdido en medio de un montón de extraños. Y justo en ese lapsus mental una niña me hablo: hola ¿cómo te llamas?... Quedé petrificado ante tanta belleza, nunca me gustaron las mujeres, ya que con ellas no se puede jugar a la pelota, no se puede pillar lagartijas, ni tampoco tirarse pedos y flatos. Se debe ser bien educado con las mujeres, es lo que siempre me dicen en la casa.
Se llama Cristina, es rubia con ojos verdes y mocos verdes también. Al principio no quería jugar con ella y aunque traté de arrancarme no pude evadirme de sus encantos.
Desde hace tres semanas vengo al párvulo y juego con la cristina dentro de la casita de muñecas. Yo hago de papá y ella de mamá. Nuestros días son cortos, ya que el recreo dura 15 minutos no más, así que jugamos rápido y luego nos meten a las salas para aprender las vocales.
Ayer me retaron, porque con la cristi nos pusimos hacer el amor. Yo había visto a mi papá con mi mamá hacerlo. En la noche me hago el dormido y como somos pobres y dormimos en la misma pieza, puedo sentir y ver como hacen el amor. Le dije a la Cristina que se bajara los calzones y que yo tenía que ponerle mi pene en su rayita de abajo, para tener hijos. En eso estábamos bien juntitos cuando una tía nos pilló y me sacaron de la oreja para el patio. Yo me defendí, por supuesto y le pegué un punta pie a la tía.
En la casa me pegaron con la cuchara de madera y lloré hasta quedarme dormido. Aún hoy no puedo entender que hice mal. ¿Por qué a mis papas no le pegan cuando hacen el amor?...
A la Cristinita no la he visto desde entonces y me da pena, no tengo ganas de comer ni de jugar. No me he aprendido las vocales y no sé contar hasta 10, así que parece que quedaré repitiendo. En las noches ante de acostarme siempre pido por la Cristina, espero que ella igual rece por mí… Aún la sigo amando.
 
posted by Vicente Moran at 12:10 p. m.
1 Comments:


At marzo 10, 2007 4:37 p. m., Blogger El Castor

Yo también me sentía abandonado cuando mamá me dejaba las primeras veces en la escuela y tenía un gran berrinche. Era como una traición de quien era el mundo entero para mí.
Buen post, saludos Vicente.