viernes, agosto 19, 2005

La conocí en San Camilo. Venía saliendo de la clínica, después de atender a mis peludos pacientes, cuando desde el frontis de SIDAACCIÓN, ella platinada se encontraba orinando parada, y cuando me cachó se ruborizó. Fue chistoso, la Pachacosa arrancando con sus zapatos de feria rotativa, para que este macho no le viera la pirinola.
Luego se le pasó el bochorno y me preguntó si tenía un cigarro. Le convidé y me quedé conversando un poco, con un tango de fondo que escuchaban las mujeres imaginarias de la calle. Su mini era radiante y sus piernas largas con la piel de gallina, aguantando el frío estoica para no sucumbir. Bastante joven la Pachacosa, diría que menor que yo; sin embargo, no lo podría asegurar, debido a que las patitas de gallo afloraban cuando sonrió.
La historia dice así: la Pachacosa es el hermano menor de una familia humilde de la Pincoya. Siempre delicada, una flor silvestre en medio de la aridez de la pobreza. A los 10 años conoció la lujuria de un hombre: su primo mayor, le dijo que jugaran a los conejitos y en medio de los perales del patio, supo que lo correcto era amar un hombre.
En el colegio la Pachacosa fue reina de las compañeras y la vergüenza de los peloteros del recreo. Aunque la Pachacosa ya sabía que lo suyo sería patinar en la calle y el sueño imposible de andar tapada de Dior y comprar como reina en el mítico Alto las Condes. La primera vez que conoció el país de las maravillas, fue en una cimarra planeada con su amiga la negra. Tomaron la 611 y volaron por las calles Santiaguina, perdidas entre rascacielos de vidrios luminosos.
Cuando se bajaron la negra se percató que tendrían problemas. Todas eran rubias altas y espigadas. Y aunque la Pachacosa iba de hombre la humildad se notaba a leguas. La ropa usada y ajada los dejaba como inmigrantes de un país tercermundista.
Llagaron caminando al Alto las Condes, vieron ese bloque de concreto con ojos obnubilados y corrieron para entrar. No llegaron a pisar las baldosas relucientes del mall. Un guardia las atajó y hasta ahí no más llegaron. Se quedaron con las ganas de ver a la gente linda comer dulce, que la negra y la Pachacosa nunca habían comido. La negra estaba enojada y quería sólo patear los escaparates y mandar todo a la chucha – ya íbamos en el tercer cigarro – y la Pachacosa sola triste sentada en la vereda, viendo pasar a las viejas indiferentes con sus bolsitas de cartón con logos de importantes marcas. Miles de pesos, que él jamás tendría. Se paró y enojado le comunicó a la negra que algún día iba a invitarla a comprar al Alto las Condes.
Así fue que se puso a trabajar en la calle. Al principio le sacaron la mierda, era algo así como la bienvenida de las travestis, y al final logró un espacio en la esquina pecaminosa.
Entonces una noche un importante personaje de la política criolla “la alquilo”. Pasó en su mercedes y como la Pachacosa era nueva – ahí mismo me mostró el poto, lo tenía gordito y parado – le preguntó cuanto cobraba. Me contó que había sido güeona, porque le dijo que 10.000 pesos. El viejo le pidió que se subiera y llegaron a un motel del barrio VIP de Santiago, donde uno entra en auto y te atienden ahí mismo, en un estacionamiento privado. La pieza era el mismo auto y ahí fue desflorada y también desfloró al viejito gay oculto.
Desde ese entonces era uno de sus clientes. Y justo en ese momento cuando me estaba relatando como lo habían hecho y cuan importante era este personaje, un mercedes se acercó lentamente. Me pasó el cigarro y corrió a la esquina. El cliente bajo la ventana eléctrica y casi me fui de culo al ver quien era el susodicho comprador de placer. ni siquiera me creerían si les contara.....
Lamentablemente no les puedo contar, porque me metería en el medio tete. Quedé marcando ocupado. No podía creer que este individuo tan recto era un gay reprimido.
La Loca de la Pachacosa, se dio vuelta y me preguntó: oye dice que cuanto cobrai. Yo respondí que no trabaja. Y que me iba para la casa. Me fui caminando. Todavía no asimilaba que estos viejos dogmáticos y llenos prejuicios anden, después de dar los grandes sermones en la televisión, follando con un travesti...
Aunque luego pensé: bueno quizás le gusta tener sexo con una mina con tetas y pene, y eso no está mal, mientras nadie se entere. En especial sus seres queridos. ¡Qué loco!, así con esta información sería posible destruir la vida de personas aparentemente rectas. Aunque eso no es lo mío.
En todo caso aún no sé si la Pachacosa y la negra fueron al Alto las Condes a comprar esas cosas de marca, pero si la veo, le voy a preguntar....

Besos para todos.
 
posted by Vicente Moran at 4:05 p. m.
2 Comments:


At agosto 19, 2005 8:26 p. m., Blogger .:: blackbird returned ::.

I-N-C-R-E-I-B-L-E

Cuando creo que nada nuevo me va a impresionar, aparecen este tipo de cosas.

Me muero por conocer la identidad del tipo del Mercedes, pero sé que no lo soltarás por nada.

Muy bien relatado por lo demás.
Un abrazo
C.

 

At agosto 20, 2005 8:43 p. m., Blogger Calt

REalmente muy lindo relato, me cauitivaste, la verdad me intrigaste ¿podrias distinguir entre la realidad y la ficcion?, aunque a mi parecer es un cuento muy personal de esas cosas q pasan en la noche, y te das cuenta q el mundo no se detiene, espero q tu tampoco lo hagas bella historia.