El ángel parado en el portal celestial, esperando ser desterrado, después de revelar su gran secreto. Dios segado por su incomprensión sólo desea que se vaya; castigarlo y dejarlo como el guardián del inframundo. El ángel no comprende que tiene de malo, de pecaminoso lo sentido, y sólo sabe que ha amado como ningún otro ángel.
El recuerdo es antiguo. Miles de años atrás cuando de la explosión de una estrella su alma eterna nació. Fue la explosión más irreverente de todas. La energía hizo cavilar a todos los universos paralelos. La materia oscura se sintió amedrentada al percibir el nacimiento de aquel ángel tan poderoso. La luz explotó y su blancura abrumadora anunció su llegada. Dios en todas partes oyó el aletear de las alas poderosas de aquel ser, que su propia energía había originado.
El anuncio voló a la velocidad de la luz. Todos los ángeles del universo supieron de la llegada del más poderoso de todos y corrieron para conocerlo.
Nació íntegro, su cuerpo ocre, sus labios elocuentes de sabiduría, sus alas amplias para el vuelo y sus ojos de color del sol; mirada ardiente y desafiante. Sin embargo su rostro apacible, no mostraba sumisión. Era él, una creación de Dios, que más tarde se convertiría en la guerra interna con el intelecto del supremo.
Y mientras aquello ocurría, en el centro del universo, una enana azul apareció, sin gran alarde, sin que nadie se pudiera dar cuenta. Ni siquiera Dios, que estaba tan anonadado de la llegada de su más hermoso ángel. La enana azul giraba y giraba en medio de su nebulosa de miles de colores. Y se abrió, se estiró, extendiendo sus pequeñas alas doradas, y estrenando su nacimiento sin que nadie lo esperara. Al principio, en el fondo del universo, divisó una calavera llena de ángeles, todos revoloteando y apurados con destino a algún lugar. Detrás había un gran brillo: el fragmento de Dios que daba origen a ese universo.
Durante siglos, los ángeles se dedicaban a la tarea de crear. Competían en la belleza de sus obras, de los seres míticos que daban origen en la infinidad de planetas que conformaban todos los universos. Expertos investigadores, que mezclaban los compuestos de Dios, para dar vida a los seres conscientes que poblaban sus mundos. Nunca de manera exacta, nunca tan definido como su padre. Es ahí la razón: los ángeles tenían la obligación de cuidar de sus seres, que no siendo perfectos, cometían barbaridades instadas por la materia oscura.
Entonces los dos ángeles crecieron y se educaron. Uno siendo el favorecido y el otro con su azul marino, perdido en las aulas celestiales. Además, Dios como no puede gobernar toda su energía, tampoco puede observar toda su ubicuidad y por lo tanto se le escapó este amor, que no pudo comprender.
Los ángeles no se aman. Ellos no deben - pero si pueden - amar a otro ángel. Están obligados a resguardar a sus invenciones. Las creaciones no deben quedar a la deriva, ya que su libre albedrío causaría su agnosticismo, y por ende el descubrimiento de su naturaleza. Así el miedo, poder absoluto de Dios, se desvanecería, se diluiría hasta que el homo sapiens lo encarara por la mentira.
¿Quién creo al ser humano?
Se encontraron en una sesión de coro. En medio del canto, el poderoso ángel escuchó la voz dulce y suave de azul. Tímido en la primera fila, enarbolaba sus doradas alas con los agudos que a Dios tanto le gustaban. Azul deseaba sólo deleitar a Dios, y ver si se fijaba en él. No obstante, Dios sólo poseía ojos para su preferido.
Al terminar la sesión de coro, azul se decepcionó, se torno de color turquesa (el color de su tristeza) y caminó por Tauro, le gustaba esa constelación, por cuanto era el lugar de la meditación. “Gracias a Dios”, el ángel poderoso se le acercó y preguntó:
- ¿por qué tanta melancolía?, ¿Qué os pasa estrellita azul? - En ese momento el universo quedó en silencio. Un silencio premonitorio, un lapso de tiempo que cambiaría el curso de la historia.
- Te propongo una idea azul – el gran ángel tratando de hacerlo sonreír.
- Que quieres, que deseas hacer – azul tímido y con ojos perdidos en géminis.
- Creemos algo, inventemos un ser hermoso, pero la condición sería que debe ser simple, construido sólo con 6 ingredientes esenciales, y el resto sólo evolutivos – propuso el gran ángel.
- Crear, jamás he creado algo – respondió decepcionado azul.
- Pues entonces, manos a la obra – gran ángel entusiasmando a azul.
Se tomaron varios días juntos. Se juntaban en diferentes recovecos de los universos, tomaban nota de todas las creaciones, investigaron las creaciones más hermosas, y también de las más horrorosas. Estudiaron los comportamientos, desde lo molecular hasta lo cognitivo. Todo, absolutamente todo, conversando y tomando polvo estelar mezclado con licor disperso de los seres ya creados. Y precisamente ese fue el error, el error de congeniar, de elucubrar un nuevo invento. Después de tanto imaginar como podría ser aquello, qué arreglar, qué sacar y en qué lugar debían inhibir tal proceso, para evitar una catástrofe de proporciones.
La noche de la concepción universal fue suave y un tanto libidinosa. A Dios por cierto no le gusta. Él queda en hibernación, y por ende no oye, no huele y no siente nada. Así que los ángeles tuvieron tiempo para descubrir su amor. Para desenmascarar la esencia de lo que está echo el mismo caos.
Por supuesto, el alcohol de los nanoelectrones cósmicos influyó; los desinhibió y los soltó. Se volvieron, en resumen, en sus propias creaciones. Azul no pudo aguantar las ganas de tocar las alas ocres de gran ángel, no resistió la tentación de besar sus labios, de tomar un poco de su sabia poderosa, de hacerlo suyo, y con ello tomar un poco de su grandiosidad. Gran ángel anonadado con el placer, que surgió con aquel hermoso beso, siguió el juego e infernalmente introdujo su lengua bubónica en la cavidad jugosa de azul. El resto fue puro; ellos sólo conocieron el ápice del placer, sus cuerpos apenas se rozaron y no hubo ningún otro contacto entre ellos, mas ese beso entregó la esencia de cómo debían ser los seres que ellos crearían.
Lamentablemente los otros ángeles no dormían y vieron en el acto oculto, la oportunidad de clamar por igualdad. La ira los manchó, contagiándolos con la lepra de la envidia. Fueron raudos a clamar por la supuesta justicia. No veían en aquel beso más que asco y repudio. No creían que aquello fuese más que mierda que debía destruirse.
Dios los escuchó a todos gritar al unísono: castigad a los impíos, a los impuros, a los pecadores carnales. Azul asustado voló fugaz al encuentro de Dios. Él sabía que Dios ni siquiera lo conocía, nadie había sabido de su nacimiento. De tal manera su sacrificio costaría nada al universo. Sólo sería una pequeña estrella menos en la inmensidad de toda la materia. No obstante, el magnífico ángel ya había probado la sabia dulce del beso más prístino y acuoso que jamás había imaginado, y volando aún más rápido se presentó primero ante el supremo.
- ¿Es verdad lo que dicen los demás de ti? – interrogó Dios con voz sibilante y temblorosa.
- Sí, es todo verdad, aún cuando sé que te lo contaron con suciedad, para mí fue el baño de la verdad – inquirió el gran ángel sin dejar de mirar directo a los ojos del gran hacedor.
- Pero como te atreves a decirme que lo que has consumado es correcto, que es pureza y redención – enojado Dios gritó para todos, incluyendo a las creaciones y todos los ángeles.
- Tú sabes a que me refiero. Tú conoces el placer nuestro. Tú te regocijas con nuestros cantos. En resumidas, te exaltas y te masturbas en tus propias creaciones, que no son otra cosa más, que esclavos de tus placeres. Algunos más queridos, como el que habla, y otros olvidados como azul, al cual he tomado como mi amor de manera infernal. Y tú no eres nadie, ahora, para decirme a quien amar. Yo te quiero, pero amo a esta pequeña estrella con la cual hice el amor y creado mis vástagos: que he de llamar humanos.
- No sabes lo que dices, ni siquiera lo que pretendes. No puedes amar a uno de tus semejantes. Es antinatural, las estrellas yo las amo, y no se pueden amar entre ellas, sino el camino se desvía, el control termina y el caos reinará – el omnipresente farfullando sonoramente.
- Pero si tú eres un caos mismo. Has creado todo y lo quieres todo. Manejar tus creaciones a tu antojo es simplemente imposible. Nosotros nos revelamos ante tu poder absolutista, y para poner punto final a esta conversación incoherente y con falta de inteligencia emocional, te comunico que jamás dejaré de amar a azul. Si puedo haremos el amor una y otra vez, hasta cansarnos, hasta que entiendas que el amor no es exclusivo, como todo es universal, además todo lo que hemos creados lo podemos amar, incluyendo lo que tú has dado origen – terminó su locución temblando y con azul a su lado que tomaba sus manos ardientes y rojas por el calor que emanaba.
- Como te atreves insolente, mal nacido, que eras mi preferido, el más querido. Esto no quedará así, serás desterrado al inframundo, te convertirás en materia oscura, en antimateria, y lucharás contra mí, cada día de existencia de estos mortales, cada alma que has creado, en complicidad con esta estrella pertrecha, que tu llamáis azul – y el gran supremo de un sólo soplo hizo desaparecer a azul, que se desvaneció en mil colores al lado del gran ángel.
- Que has hecho gran Dios, que crimen cometiste, donde está mi azul, devuélvemelo por favor, te prometo que nos iremos lejos, fuera de tus dominios, cerca de la nada y ahí viviremos para no perturbar tu ideal de vida. Por favor no me quites mi amor, mi único y gran amor – suplicaba arrodillado el gran ángel con un brillo más tenue que nunca y los ojos opacos y lúgubre.
- No volverá hijo mío, has pecado y debes pagar por ello – respondió indiferente Yahvé. Y gran ángel se levantó de súbito, tomo la daga de un querubín, y trato de darle muerte, con miles de protones cargados. No pudo, fue detenido y puesto bajo la custodia de arcángeles.
Gran ángel ahora es parte del mal, es el diablo a quien todos tememos. Pero la historia contada no es tal. El diablo jamás fue un sanguinario, sólo fue un ángel enamorado. Dios no pudo entender nada del amor. Su propio amor tan inmenso cegaba su evolución, y sus creaciones, en algún momento, despegadas de sus dogmas pudieron volar realmente en libertad. Así Dios poseedor de todos los males y bondades del universo, no se percató que el gran ángel había nacido con el fin de hacerle entender que la materia negra, el lado oscuro del universo, no era más que la otra parte del gran Dios, la ambivalencia necesaria para el equilibrio.
Dios no lo vislumbró en su conciencia, y condenó a su Ángel pecaminoso. Este se fue desterrado al lado sinistro de sí mismo, en otras palabras, lo convirtió en el Dios del mal, le dio el don de ser aún más poderoso, un todopoderoso homologable a su propia supremacía.
EPÍLOGO
Gran ángel, guardián del inframundo, llora todos los días a su pequeña estrella. Su dolor se expresó sobre el pequeño planeta, en donde sus creaciones viven. Por eso es de un azul hermoso. A pesar de ser un planeta ínfimo en el firmamento, todos los ángeles concuerdan que el demonio ha creado el planeta más hermoso del universo. En él viven los animales más bellos y coloridos de todos los existentes hasta ahora; sin embargo, lo que más extraña a los soles-ángeles de todas las galaxias, es que este ángel-negro les ha permitido a una especie, los llamados humanos, el libre albedrío, el razonamiento, y más importante aún, el amor conciente entre los pares. Todo aquello, con la esperanza que Dios algún día entienda que él amaba con todo su ser a aquella pequeña estrella llamada azul, y lo perdone para poder reencontrarse con la reencarnación de azul, que muchos ángeles le han anunciado desde hace milenios.
FIN