lunes, febrero 14, 2005
Hace poco me picaba mi herida de apéndice y me acordé cuando me la sacaron. Fue el año pasado, mientras hacía una clase en la universidad. La guata me dolía un poco; sin embargo, al cabo de unas dos horas era como parir por primera vez. Les dije a los alumnos que me iría. Mi querida secretaria al verme me dijo: ¿qué te pasa estás pálido? Yo era incapaz de articular una palabra. De ahí al hospital municipal. Yo gritando como perra con rabia. Me metieron en una camilla, directo a los doctores, que me manoseaban por doquier. Yo pidiendo alguna droga que me tranquilizara. Luego comprendí que todos eran estudiantes y que yo era el caso estrella. La apéndice es algo re común, por lo visto, por estas latitudes del mundo. Al final esperaron hasta mañana para sacármela. Yo quería ver. La doctora no me dejó, pero igual ví a través de sus lentes. Me hicieron una incisión de cómo 5 centímetros, y hurguetearon por dentro, cuando de un instante a otro, se asomó algo así como un dedo inflamado: era mi apéndice, fea asquerosa, llena de bacterias. La cortaron y me suturaron, dejando todo como estaba.
La doctora me decía que la apendicitis ocurre cuando una fequita o caquita queda atrapada obstruyendo este ciego atrofiado que poseemos. Y como dentro viven millones de bacterias estas crecen y me da una infección con fiebre, leucocitosis y bla-bla. Lo que me daba risas, era imaginarme como llegó la fequita hasta ahí, ya que el ciego está en el límite entre el yeyuno y el intestino grueso. Al final caché, que era las folladas orgiásticas que me mandaba con mi pololo. Además el ano no está hecho para follar, y quizás como le doy como caja con mi boyfriend, creo que una de estas fequitas se estancó.
En fin. Pasé sólo una noche en una pieza compartida con 5 viejitos todos terminales, menos uno que se había amputado un dedo con una galletera. Los otros tenían cáncer, pie diabético y otras cosas. Me daba lata, ya que los médicos de ahora no están ni ahí con el significado de la muerte. Más aún con un pueblo creyente en el más allá. Yo sé que casi todos son agnósticos, pero por lo menos deberían ser más sutiles, para decirte: sabí compadre no te vamos abrir, porque el tumor está por todos lados, y si te abro te mueres antes, y cerrado duras más. Así rompe y raja delante de todos los seres queridos.
En la noche llegó uno de aquellos personajes de Chillán que son de películas. Él era como un artesano, viejo, solito y bien dicharachero. Se había quemado con barniz las piernas los brazos y parte del cuerpo. Estaba vendado, pero no sentía dolor, se sacó las vendas en la noche y se cagó en la cama, para luego limpiarse con el chaleco de la enfermera. Me recagué de la risa.
No es tan mala la salud chilena. No es la clínica las condes, donde eres un rey. Aquí eres un ser humano que se trata bien y que lo único que se busca es que estés sano.
Gracias a todos los médicos que me apoyaron y a los viejitos que me contaron historias que más adelante escribiré.
Nos vemos
Día del amor, un beso a mi novio.
 
posted by Vicente Moran at 1:27 p. m.
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