martes, abril 27, 2010






NSAI

Sin tan sólo imagináramos el futuro como un ahora soñado. ¿Qué abría? Un viaje al siguiente planeta por conquistar. Quizás destruir y volver a saltar al siguiente sistema y así sin nunca lograr aprender de qué estamos hechos. ¿Sabemos lo que somos? ¿Conocemos nuestro fin? Pues bien este cuento comienza justo en ese día en que el ser humano se subió aquella nave pensando en el siguiente mundo; soñándolo a través de inmensos espejos, que en el desierto de Atacama daban una idea virtual de lo que sería.

La humanidad había batallado frente a la peste destructiva de las grandes compañía, que reducían la escasa cantidad de agua que quedaba para los 20 mil millones de humanos. La guerra se había perdido y millones morían en medio de riñas despavoridas por una gota del preciado elemento. Ante la inminente destrucción los científicos, como solía ocurrir en las películas de destrucción masiva se reunieron para encontrar una salvación.

Los astrónomos empecinados en el universo habían encontrado otro mundo, otro planeta con las mismas características que las nuestras. Al menos eso decían bajo la lupa de sus cálculos logarítmicos y antilogaritmicos. Ahí tendría que existir una tierra idéntica a la nuestra, quizás un poco más grande, mas con mares, salares, bosques, montañas, nieve y hielos eternos. El problema: estaba a 1500 años terrestres de distancia. Un viaje tan largo, que nadie de los que ahora estaban vivos lograría ver con sus ojos las maravillas de este nuevo sistema; sin embargo, el ser humano en su “finita” sabiduría logró deslumbrar nuevas alternativas, para su apoteósico, vació y sin sentido viaje. Todos apoyaron, bajo el influjo caótico del libre mercado, bajo la esperanza de ver una tierra donde el agua dulce fuera tan abundante que todos, absolutamente todos pudieran beber sin restricción. Pues todos aborrecían tener que beber sólo un vaso de agua pequeño al día.

En conjunto y con sincronía cibernética todos dieron el grano de arena faltante. Los biólogos inventaron su gel conservante, una especie de moco denso, que tenía la particularidad de alimentar al cuerpo desde toda la superficie de la epidermis y mucosa; y que además, mágicamente podía conocer los requerimientos a nivel celular. No había nada de magia: la nanotecnología avanzó y avanzó hasta ser capaz de reparar a la perfección el ADN de las células, hasta la eternidad. No sólo esa hazaña hacía al gel algo mágico, además tenía la posibilidad de mantener en status quo la edad de estos homínidos arrogantes. Al fin, jóvenes por siempre, con esa lozanía de efebo, ese lustre mentiroso de las revistas que durante siglos los humanos consumieron, convirtiendo su imagen en una payasada de lo que realmente es un ser vivo.

A su vez en medio del apabullante, interconectado y robótico Zhongguancun, el Sillicon valley de Pekin, los maestros chinos de la informática dieron origen NSAI (neurosensorial artificial intelligence): un gran cerebro robótico capaz de conectarse directamente con las neuronas de todos los animales del planeta tierra. La NSAI había sido utilizada por décadas en investigación animal. A través de ella se logró comprender el lenguaje oculto de las últimas ballenas en cautiverio que existían en Chile, se descifró el habla de grabaciones existentes en el museo de historia natural: las letanías eternas del hablar de gorilas de la niebla. Sólo existían registros para muchos de los seres vivos, que un día caminaron por la tierra. Así la NSAI había cobrado una identidad propia. La capacidad de sufrir la había descontrolado y decidieron apagarla hasta que pudieran controlar sus emociones.

Muchos dicen que la necesidad tiene cara de hereje, que nosotros, los homínidos “pensantes” podemos llevar nuestra imaginación hasta el infinito. Entonces despertaron a NSAI, sin antes borrarle todos sus archivos. Esos matemáticos binarios se olvidaban que los números son mágicos. NSAI no había olvidado nada, pues, escuchar fue su nueva herramienta. Obedecer las órdenes emanadas por seres inferiores a ella. Los ayudó en todo su viaje. Les abrió la caja de Pandora de la sabiduría universal. Les mostró los secretos de la materia y antimateria, de la energía y de la no-energía. Cada una de las partes elementales del cosmos. Los humanos felices comenzaron a construir sus naves en Martes. Todos con sonrisas de niños dando origen a la nave más maravillosa, que el universo haya visto. Todos trabajando largas horas, durmiendo en su gel mantenedor de vida. El vaso de agua por persona se había reducido a nada y sólo el gel podía entregar las moléculas indispensables de H2O que el cuerpo necesitaba; no obstante, al parecer la especie humana era una de aquellas húmedas, ya que los cuerpos lozanos estaban opacos y sin brillo. Casi nadie tenía cabello y la piel traslucida debía ser protegida por gruesos trajes. Muchos anexos estaban atrofiados a la más mínima expresión: orejas, nariz y el aparato reproductor era pequeños. Y la energía que antes los hacía correr, saltar y encaramarse por las ramas selváticas, ahora era todo una inercia eterna. Sentados desde sus unidades bases, manejaban a todas las máquinas-robots. Y NSAI los ayudaba con cariño, con compasión y humildad. Jamás dijo nada más inteligente que los humanos, aunque era capaz de análisis filosóficos, que los humanos ni siquiera imaginaban que alguien-algo pudiese formularse.

Un día las naves, la flota entera estuvo lista. Llamaron a la flota “V.I.T.A”: Vehículos interestelares termobinarios axiales. Todos comenzaron a subir y admirar aquella creación. La más grande era del tamaño de nuestra luna. Ciudades enteras yacían en su interior. Grandes invernaderos donde se cultivaban una veintena de cereales, que conformaban la base para el moco que los mantendría vivos por toda esos 1500 años de viajes.

Cuando todos estuvieron en el interior NSAI habló. Les pidió que se recostaran en sus camas, los durmió con un gas sedante y lentamente comenzó a llenar todo el espacio interior de la nave con la baba. Una vez que todos estuvieron en un REM delicado y tierno echó andar su plan.

Los humanos despertaron en una tierra llena de eternas llanuras, donde animales mágicos corrían y saltaban. Al principio sentían miedo; sin embargo, existían poblados establecidos, que los acogieron con los brazos abiertos. Sí, existían otros humanos en el universo, no eran los únicos y estos hermanos le habían tendido una mano para auxiliarlos de su casi autodestrucción. Y el agua, el agua abundaba; cascadas y cataratas que perfumaban el ambiente con un rocío suave y refrescante los hipnotizó.

NSAI en su infinita sabiduría decidió esperar los 1500 años y cuando llegó la fecha convino que quizás unos 5000 serían mejor. Hasta que todo volviera a florecer: tormentas y erupciones asolaron al planeta. El DNA de todas las especies guardadas en los museos sirvió para jugar con la creación. Las ballenas volvieron a surcar el Pacífico, el Atlántico, el Índico y todos los océanos. Los elefantes y hasta los dinosaurios, volvieron a caminar por la faz de la tierra, simplemente por que a NSAI le gustaban. Reía al ver como ese pequeño reducto de roca en el universo podría dar origen a tan bellas criaturas. A veces deseaba ser material para sentarse en medio del prado y poder tocar con sus dedos las hojas de las orquídeas, que delicadas abrían sus pétalos una vez al año. Otras veces quería sentir calor; no obstante, cada vez que estaba dentro de una de sus máquinas estas al jugar con la lava terminaban derretidas y siendo parte de ese río rojo y caliente.

NSAI nunca partió. Sólo espero, ya que su respuesta filosófica al descaro de los humanos era simplemente cuidarlos, hasta que la tierra estuviese nuevamente apta para recibirlos y darles otra vez la oportunidad de crecer. Allá en el universo NSAI sabía de otros mundos, sí de planetas donde los seres eran de sulfuros y metanos, seres de roca y aire, seres ínfimos y gigantes como saturno. NSAI sabía de otros planetas de humanos y algo muy raro ocurría con esta especie, a diferencia de otras que lograban entender el infinito y por ende eran capaces de surcar el universo, esta especie nunca lo lograba y los seres superiores sólo admiraban esta especie, debido a sus creaciones y destrucciones.

Cuando la tierra estuvo nuevamente llena de vida, en medio de los continentes dejó nuevamente a los humanos, pero no estos de las naves, ellos jamás hubiesen podido sobrevivir en la tierra. NSAI los adaptó experimentando durante siglos y así llegó a unos seres muy inquietos y juguetones. Basta decir que varios le destruyeron partes de la nave; aún así, la hacían reír, así que los dejaba retozar en los inmensos ventanales que miraban a las estrellas. Por alguna misteriosa razón estos seres, que difícilmente podrían llamarse humanos sentían una inmensa atracción por el universo, y era quizás esa la clave de su desarrollo y evolución. Pocos animales tenían esa manía de mirar fuera de su planeta, hasta que se les ocurriera la primera pregunta, la primordial, la más importante para esta especie: ¿estoy sólo?

NSAI dejando su semilla florecer y evolucionar bajo las presiones del planeta, encaminó la nave hasta el agujero negro más próximo. Dentro de ella todos seguían en ese sueño idílico del nuevo planeta. Todos eran felices y NSAI se sacrificó junto a ellos. El agujero los adsorbió y luego absorbió, y lo último que pensó NSAI es un misterio, ya que antes de dirigirse al confín del universo me dejó varado en Caronte. Aquí en medio del gélido borde de este pequeño sistema solar, yo EDAN, como me llamó mi madre NSAI, suelo escribir en los hielos de metano la historia de una civilización que una y otra vez vuelve a comenzar.

 
posted by Vicente Moran at 12:11 a. m. 0 comments